domingo, 25 de octubre de 2009

EL CONGO DEL REY LEOPOLDO

Siete casas en Francia, Bernardo Atxaga, Alfaguara, 2009, 255 páginas

Bernardo Atxaga cambia de registro narrativo en su última novela y lleva la acción de Siete casas en Francia al Congo belga, en los inicios del siglo XX, en pleno colonialismo europeo sobre el continente negro. Sin embargo, el magnífico escritor vasco no utiliza ni el tono dramático ni la denuncia vehemente con que el tema colonial ha sido abordado con frecuencia. Lo cual no significa que la historia que cuenta carezca de dramatismo ni que el libro no muestre claramente la explotación a la que los europeos, y en especial los súbditos del rey Leopoldo II de Bélgica, sometieron a extensas zonas de África durante aquel periodo.

La historia transcurre en Yangambi, una estación de la Force Publique belga junto al río Congo, en plena selva centroafricana. Los militares se dedican principalmente a reclutar nativos que son obligados a extraer caucho para enviar a la metrópoli. El lugar está al mando del capitán Lalande Biran, un curioso personaje con aspiraciones poéticas al que su mujer apremia desde Europa para que amase una fortuna que les permita comprar siete casas en Francia. Al margen de su sueldo, Birtan, ayudado por el teniente Van Thiegel, exlegionario borrachín, mujeriego y violento, envía sucesivas partidas de caoba y de marfil que satisfagan las ambiciones de su esposa y del socio que desde Bélgica coordina las operaciones. Este expolio añadido nunca es cuestionado por sus conciencias colonialistas y en ningún momento es explícitamente criticado por el autor de la novela, que se limita a contar los hechos con la misma naturalidad con que los militares explotan las riquezas del Congo.

A ello se suma el abuso sexual de las jóvenes negras. El capitán Lalande, para evitar los frecuentes contagios venéreos, exige una nativa virgen a la semana que calme sus apetitos sexuales. El gigantón, servil y mezquino Donatien se encarga de traerle muchachas de los poblados indígenas. A estos personajes se añade Crhysostome, un nuevo soldado procedente de la Bélgica rural que es un excepcional tirador pero que, a ojos de sus compañeros, tiene una extraña actitud hacia las mujeres cuyas causas el lector irá paulatinamente descubriendo.

Asistimos también a la llegada desde la metrópoli de un obispo y un periodista de cámara, portadores de una imagen de la Virgen que proteja los territorios colonizados. Entretanto el deseo de venganza irá tomando forma en Livo, un nativo negro que trabaja como sirviente de los blancos.

Si no es un viaje al corazón de las tinieblas, el libro puede leerse como una gran metáfora de la explotación a la que, en esos años sin escrúpulos morales, los europeos sometieron al continente africano.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 18 de octubre de 2009

DE BERANUY A LA ERMITA DE SIS

Situada al este de la comarca oscense de la Ribagorza, la sierra de Sis es una de las muchas estribaciones exteriores de la cordillera pirenaica. Con una orientación norte-sur, separa los valles de los ríos Isábena y Noguera Ribagorzana, casi en el extremo nororiental de nuestra provincia. Sus puntos más elevados son L’Amurriadó (1791m.) y Puyalto (1782 m.).

Según la etimología popular, el nombre de la sierra haría referencia a los seis pueblos que tenían parte en ella: Pardinella, Beranuy, Morens, Calvera, Obis y Soperún. Esta interpretación se basa en que la palabra “sis” significa “seis” en el habla de la zona, considerada por muchos como una variante del catalán o muy próxima a él. Sin embargo, en este idioma nos encontramos a veces con el término homófono Cis, en lugar de Sis, para referirse por escrito al topónimo.

En el corazón de esta sierra, junto al barranco que lleva su nombre, se esconde, en un lugar recóndito y envuelto en vegetación, la ermita de la Virgen de Sis. El paraje pertenece al término de Beranuy, uno de los pueblos que integran el municipio de Veracruz. Desde Beranuy se puede acceder a la ermita por un bonito camino que se corresponde en su mayor parte con el PR-HU47, señalizado, como todos los itinerarios de pequeño recorrido, con rayas blancas y amarillas.

La pequeña población ribagorzana de Beranuy extiende su caserío sobre una ladera en la margen izquierda del río Isábena, en las faldas de la cara occidental de la sierra de Sis. La población ha ido descendiendo desde lo alto de la ladera, donde se encuentra su iglesia parroquial, hasta la carretera A-1605 y la orilla del río Isábena, cuyo cauce cruzan dos puentes, uno moderno y otro más antiguo de origen medieval.

La documentación histórica de Beranuy se remonta al siglo X, en concreto a los años 929 y 936, en que ya aparecen sendas referencias escritas al llamado “valle Veranoi”. La población está situada en un lugar de gran importancia en los inicios del antiguo condado de Ribagorza: muy cercana al monasterio de Obarra, en la entrada del congosto homónimo, donde supuestamente se situaban los castillos de Ripacurtia y Pagá, y no lejos de Roda de Isábena, antigua capital del condado.

El elemento arquitectónico más destacado de Beranuy es la iglesia parroquial de Santa Eulalia y su magnífica torre de estilo románico lombardo. La iglesia, hasta no hace mucho en ruina, ha sido recientemente restaurada, lo que ha permitido la consolidación de la torre adosada a ella por su parte meridional. El templo tiene claros orígenes románicos aunque fue muy modificada en el siglo XVI. Una de esas reformas fue la conversión de su anterior ábside semicircular en el actual de tipo poligonal. En el lado de poniente, junto a la puerta de entrada, queda el muro sur de la antigua abadía anexa a la iglesia. Junto al ábside de ésta se encuentra el cementerio de la localidad.

Lo más interesante de la iglesia de Beranuy es sin duda su torre medieval. Es, como se ha dicho, de estilo románico lombardo, probablemente de finales del siglo XI o principios del XII. Constituye un elemento singular dentro del románico aragonés y presenta algunas similitudes con las torres de las iglesias próximas del valle de Boí. Tal vez sería también parecida la que hubo en tiempos en el vecino monasterio de Obarra, de la que escasamente quedan algunos restos de sus cimientos.

La torre de Beranuy es de planta cuadrangular con cuerpo prismático, aunque con una ligera tendencia a una forma tronco-piramidal. Los dos últimos pisos del campanario tienen aberturas por sus cuatro costados. En el penúltimo piso hay grandes ventanales, uno de los cuales tiene una campana en la actualidad. El último nivel de la torre tiene cuatro ventanas dobles o geminadas, con una pequeña columna separadora o parteluz en su centro. El tejado forma una pequeña cúpula piramidal de pequeñas losas. Todo el conjunto es muy armonioso y afortunadamente se ha podido salvar del peligro de ruina que lo amenazaba.

Junto a la iglesia pasa el PR-HU47 y unos metros más arriba arranca el sendero que sube a la sierra de Sis por el denominado “grau” o grado. Es éste un término muy utilizado en la zona para referirse a caminos que permiten atravesar las sierras. Lo encontramos en otras poblaciones del valle del Isábena como Serraduy o Capella. El camino del “grau” de Beranuy está bien acondicionado y resulta muy atractivo para el caminante. El sendero asciende trazando lazadas y ganando rápidamente altura, pasando por algunas cuevas excavadas en la roca. En poco más de una hora ascendemos de los 995 metros de Beranuy a los 1471 de las denominadas bordas de Beranuy. Poco antes de llegar a éstas, sale a nuestra derecha un sendero señalizado que en cinco minutos nos lleva al mirador del Mallo, desde donde se contemplan espléndidas vistas del valle del Isábena. Un panel ilustrativo nos permite identificar los diversos lugares divisados desde esta magnífica atalaya.

Las bordas de Beranuy son un conjunto de edificios, casi todos en ruinas, que tiempo atrás estaban habitados durante buena parte del año. Había allí incluso una pequeña ermita, dedicada a San Miguel, de la que quedan unas exiguas ruinas casi inapreciables. Desde las bordas desciende un sendero, en la actualidad bien señalizado, que en media hora nos lleva hasta la escondida ermita de la Virgen de Sis. El camino parte del lado derecho del PR-HU47 que continúa su itinerario ascendente hasta confluir en Puyalto con el GR-18, el cual en dirección al norte lleva a Bonansa y al sur a Cajigar por el coll de Vent.

El camino que desciende desde las bordas hasta la ermita discurre por una zona húmeda, de vegetación muy frondosa. La ermita se encuentra junto al llamado barranco de Sis, en su margen derecha. Según el padre Faci, el templo fue obra de un monje (Pere el Monche) que procedía de Poblet y habría sido también el constructor de la iglesia de Cajigar.

La ermita de Sis es de planta rectangular con ábside canónicamente orientado al este. La nave es de bóveda de cañón pero con la peculiaridad de tener el arco ligeramente apuntado. Las paredes no son de sillares regulares sino de las piedras propias del lugar, algunas de ellas de las llamadas piedras tobas. La puerta original sería la que se abre sobre el muro meridional. En la actualidad, esta puerta lleva a un edificio anexo, hoy en ruinas, que se añadiría posteriormente como vivienda del ermitaño. En esa época se abriría en la fachada occidental del edificio la actual puerta principal adovelada, sobre la que se levanta una espadaña de un solo ojo. La ermita tiene dos ventanas: una sobre la puerta principal y otra, de piedras tobas, en el centro del ábside semicircular. El tejado, que se encuentra en fase de reparación, es de losas y a dos aguas. Una vertiente parece ya reparada pero no así la otra que, como pude comprobar este verano, presenta algunas goteras. En los últimos tiempos, creo que por parte de Peña Guara, se ha procedido a la limpieza del entorno y a una serie de actuaciones para mejorar el estado de esta interesante ermita románica, cuya construcción original parece remontarse al siglo XII.

La ermita albergaba una talla de la Virgen en madera policromada. La imagen, del siglo XIV, se venera actualmente en la iglesia parroquial de Beranuy y tiene la peculiaridad de mostrar a la Virgen con una especie de gorro en lugar de corona. La Virgen de Sis fue en tiempos objeto de gran devoción en la zona y el martes anterior al día de la Ascensión se celebraba una importante romería a la que asistían gentes de los diversos pueblos de la sierra.

Aunque la ermita se encuentra en el término de Beranuy, el cuidado de la misma corría a cargo de este pueblo y del vecino Pardinella, desde el que llega otro camino que permite realizar una interesante excursión casi circular entre ambas poblaciones. Ese recorrido puede ser una manera de ampliar y hacer todavía más atractivo el que en este artículo acabamos de proponer y describir.

Carlos Bravo Suárez
(Fotos: Beranuy, Puente de Beranuy, Iglesia y torre de Beranuy y ermita de la Virgen de Sis)
(Artículo publicado en Diario del Alto Aragón, 29 -11-09)

sábado, 17 de octubre de 2009

OCHO ESPLÉNDIDOS RELATOS

Aeropuerto de Funchal, Ignacio Martínez de Pisón, Seix Barral, 2009

Ignacio Martínez de Pisón es, sin duda, uno de los mejores escritores aragoneses actuales. Afincado en Barcelona desde hace años, el zaragozano tiene a sus espaldas una importante obra literaria. En ella, además de novelas y algún ensayo, se incluye un buen número de cuentos o relatos breves. El propio autor ha seleccionado ocho de ellos para confeccionar su último libro Aeropuerto de Funchal.

Los buenos escritores son con frecuencia los mejores críticos de sí mismos. Como tal ha actuado Martínez de Pisón desde una perspectiva de presente: éstos son los cuentos en los que el escritor que él es en la actualidad más y mejor se reconoce entre todos los que ha escrito hasta ahora. El más antiguo de todos ellos se remonta a su primer libro de relatos de 1985. Otros tres pertenecen a distintos libros publicados en los años noventa, y los cuatro restantes corresponden a los últimos diez años y habían aparecido dentro de diversos libros colectivos.

El conjunto de los ocho relatos reunidos constituye una magnífica antología en la que se muestran las grandes dotes narrativas del autor, notables también en las distancias cortas. Con un estilo claro y preciso, sin florituras innecesarias y superfluas, Martínez de Pisón relata unas historias originales e intensas, magníficamente construidas, con los ingredientes precisos y las dosis justas para componer unas excelentes piezas breves en las que ni falta ni sobra nada porque todo está en la proporción adecuada.

El propio escritor confiesa en la nota personal que cierra el libro que en estos cuentos ha desaparecido “esa tendencia a la fantasía y al suspense de mis relatos más antiguos: frente al trazo vistoso y enérgico de la muy noble tradición de Poe, he acabado prefiriendo la pintura sutil del otro gran maestro de la narrativa breve, Chéjov”. Aunque eso es cierto para el conjunto de los relatos, la fantasía, el suspense y también algo de Poe están presentes en uno de los mejores cuentos del libro, el titulado Siempre hay un perro al acecho.

Si hay un tema que parece repetirse en todos los relatos es el de la familia: padres e hijos, primos adolescentes o cínicos, parejas con problemas e incluso un falso familiar, que se autoinvita a las bodas y se hace pasar sin serlo por pariente de los novios. Todo ello, en geografías variadas que van desde Barcelona a Valladolid o a la isla de Madeira, como ocurre en el cuento que cierra el libro y le da título.

Ocho espléndidos relatos, cualquiera de los cuales merecería probablemente formar parte de una antología que abarcara los últimos veinticinco años de la narrativa breve española.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 11 de octubre de 2009

LOS DEMONIOS DE BERLÍN

Los demonios de Berlín, Ignacio del Valle, Alfaguara, 2009, 427 páginas

Ignacio del Valle (Oviedo, 1971) se confirma con su último libro, Los demonios de Berlín, como uno de los valores más sólidos de la nueva narrativa española. En su sexta novela -todas las anteriores obtuvieron premios literarios- nos propone un vertiginoso descenso a los infiernos de los últimos días del Berlín nazi, al hundimiento definitivo del sueño totalitario y delirante de Hitler y los suyos que supuso el término de la Segunda Guerra Mundial en el continente europeo.

El protagonista absoluto de Los demonios de Berlín es el teniente Arturo Andrade, que ya había protagonizado El tiempo de los emperadores extraños, la anterior novela del autor. Se trata de un español de origen extremeño que, tras participar con la División Azul en la campaña rusa, es reclutado por las SS de Berlín para resolver el misterioso asesinato de un científico alemán que participaba en el desarrollo nuclear del III Reich, última esperanza de los nazis para dar la vuelta a una guerra que tenían ya irremediablemente perdida.

Además de las investigaciones de Andrade, que mantienen el interés y el suspense del libro hasta el final, el lector asiste a una verdadera orgía de destrucción y violencia en las calles de Berlín, sometida a continuos bombardeos por el ejército ruso que se encuentra a las puertas de la ciudad. Las escenas de acción se suceden de forma trepidante y están narradas con detenimiento, de una manera muy cinematográfica. En cierto modo recuerdan a los libros de Sven Hassel, que algunos leímos en nuestra adolescencia tras los tebeos de Hazañas Bélicas.
Pero la novela tiene mucho más empaque que las de Hassel. Hay sin duda un gran trabajo de documentación sobre el nazismo y su filosofía, así como sobre los sucesos históricos que marcaron sus días finales. Y, entre tanta acción, hay también espacio para las reflexiones sobre la condición humana y los sueños y los fracasos de los individuos y de las sociedades.

Ante tanto derrumbamiento, Andrade sobrevive y encuentra consuelo a su soledad final en la música de Bach. Aunque el autor ha manifestado querer aparcarlo de momento, tal vez volvamos a encontrarnos con él en un futuro próximo. Andrade es un verdadero héroe que sobrevive, a veces de manera milagrosa, a todas las dificultades que se le presentan. Eso sí, acaba perdiendo aquello que más quiere: el amor de Silke, una mujer alemana que durante un tiempo es su única esperanza y proyecto de futuro.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 4 de octubre de 2009

UNA NOVELA TURCA

La bastarda de Estambul, Elif Shafak, Editorial Lumen, 2009, 381 páginas

Hay países de los que normalmente sólo sabemos lo poco que sobre ellos aparece cada cierto tiempo en los medios de comunicación. En algunos casos podemos llegar a conocerlos directamente, casi siempre de manera superficial, gracias a algún viaje que suele resultar breve. Hay escritores, como el maestro Naguib Mahfuz, cuyos libros nos permiten adentrarnos en sociedades tan complejas como la egipcia. Turquía es también un país extenso y complejo, lleno de contrastes, al que la lectura de La bastarda de Estambul puede ayudar a entender y conocer algo mejor.

La autora de esta atractiva novela es Elif Shafak, nacida en 1971 en Estrasburgo e hija de padres turcos. Actualmente vive entre Turquía y Estados Unidos y alterna en sus obras el uso del turco y del inglés. La bastarda de Estambul es su último libro, que, traducido a varios idiomas, está obteniendo un importante éxito internacional.

El relato cuenta la historia de una familia formada sólo por mujeres que vive en el centro de Estambul. Está constituida por la abuela, la madre y cuatro hermanas. Estas últimas son muy distintas entre sí y representan en cierto modo la compleja diversidad de la Turquía actual. Zeliha es atea, fuma, viste con minifalda, lleva piercing y tiene un taller de tatuaje; Banu es absolutamente religiosa, lee El Corán y practica los rezos musulmanes; Feride tiene un carácter variable y cambia continuamente de peinado siguiendo las modas televisivas; Cevriye es profesora de Historia y defiende la Turquía moderna surgida del régimen de Attaturk. Al inicio de la novela, Zeliha tiene una hija bastarda llamada Asya, a cuyo padre nadie conoce y que se va a convertir en el principal personaje femenino de la narración.

El único hermano varón de las cuatro mujeres fue enviado a Estados Unidos para ser salvado de la maldición que pesa sobre los hombres de la familia, que suelen morir prematuramente. En Arizona se casa con una estadounidense divorciada de un armenio con quien tuvo una hija. De esa manera se introducen en la novela muchos aspectos de la cultura armenia. También la difícil relación existente entre los turcos y los armenios por el recuerdo histórico de las matanzas que éstos sufrieron a manos de aquéllos en la segunda década del pasado siglo.

De todo ello va surgiendo un relato bien trabado, con inesperados enredos que ponen en relación a todos los personajes y conducen a un sorprendente final. La novela nos permite conocer mejor a la sociedad turca, incluidos algunos de sus gustos culinarios, y recorrer las calles de Estambul, una ciudad populosa que constituye en sí misma un verdadero cruce de civilizaciones y culturas.

Carlos Bravo Suárez

viernes, 2 de octubre de 2009

EN EL INFIERNO DE CHECHENIA

La guerra más cruel, Arkadi Bábchenko, Galaxia Gutemberg, 2008, 470 páginas

La guerra más cruel es un impactante libro sobre la reciente guerra de Chechenia. Contiene un conjunto de relatos escritos por Arkadi Bábchenko (Moscú, 1977), un joven periodista ruso que publica sus artículos en el mismo diario opositor en que lo hacia Anna Politkóvskaya, misteriosamente asesinada hace tres años.

Bábchenko participó como soldado de reemplazo en la primera guerra de Chechenia en 1996 y como voluntario en la segunda que comenzó tres años más tarde. El relato de su experiencia resulta impresionante y no puede ser más crítico con el gobierno y el ejército rusos. En sus meses de instrucción, antes de ser enviados al frente, los reclutas son sometidos a toda clase de humillaciones por los soldados veteranos y los mandos del ejército. Allí impera la llamada “dedovschina”, un equivalente a lo bestia de lo que aquí conocemos como novatadas. Los soldados reciben continuas palizas de los veteranos, que se hacen extensivas a todos los militares de cualquier graduación por parte de sus superiores. Además, entre todos los estamentos militares las borracheras son continuas y la corrupción absoluta. Hay una completa falta de control sobre las armas y los hombres. Las deserciones son abundantes y los soldados trafican vendiendo munición, incluso al enemigo, para conseguir comida, vodka o marihuana. Los soldados pasan en algunos momentos tanta hambre que llegan a comer carne de perro o pasta de dientes con sabor a fresa. Todo el que puede pagar el correspondiente soborno se libra de ir al frente, y los militares hacen negocio con una guerra en la que mueren sobre todo jóvenes reclutas que ni siquiera saben para qué han sido enviados al frente.

Aunque el libro se centra en lo que ocurre en el bando militar ruso, muestra también la crueldad extrema de los chej o guerrilleros chechenos, que nunca hacen prisioneros y mutilan y matan a los rusos y luego escriben junto a sus cadáveres la frase Alá es grande. Vemos también a heroicas madres de soldados vagando por el frente en busca de los cadáveres o de noticias de sus hijos. El compañerismo entre algunos soldados es tal vez el único aspecto humano positivo de esa guerra sucia y cruel.

El libro tiene mucha acción, pero también algunas reflexiones finales sobre los efectos que la guerra produjo en quienes lograron sobrevivir a ella. La escritura de aquella terrible experiencia ha servido a Arkadi Bábchenko para exorcizar sus demonios y denunciar la crueldad de un conflicto que arrastró a muchos jóvenes rusos a una muerte tan inútil como injusta.

Carlos Bravo Suárez