domingo, 8 de abril de 2012

COMPENDIO DE ENFERMEDADES RARAS

El asesino hipocondríaco. Juan Jacinto Muñoz Rengel. Plaza y Janés. 2012. 220 páginas.

El asesino hipocondríaco es la primera novela de Juan Jacinto Muñoz Rengel (Málaga, 1974), un escritor que, además de firmar numerosos artículos en diversas publicaciones y dirigir varios programas culturales en la radio, había publicado hasta la fecha un par de libros de relatos.

El asesino hipocondríaco está protagonizada por un asesino a sueldo, de moral kantiana y con el imperativo categórico de cumplir siempre con su obligación de matar, que tiene un montón de enfermedades raras, síndromes extraños y una salud aparentemente por los suelos. Desde luego el lector aprende sobre muchas de esas extrañas dolencias sobre las que el escritor se ha documentado exhaustivamente, hasta el punto de que por momentos el libro más parece un tratado de medicina que un relato con una trama y un ritmo narrativo que la haga avanzar. Eso sí, además de las enfermedades del protagonista y su continua incapacidad para terminar el trabajo criminal que le han encomendado, se intercalan sucesivos capítulos en los que se ofrecen interesantes datos sobre las dolencias que padecieron unos cuantos personajes históricos ilustres. Estos son Kant, Poe, los hermanos Goncourt, Swift, Descartes, Byron, Coleridge, Tolstoi, Voltaire, Proust, Moliere y, en otro plano, Joseph Merrick, más conocido como El Hombre Elefante.

El libro ha sido promocionado como un relato original, inteligente, divertido e incluso desternillante. No puede negarse que tiene cierta originalidad y buenas dosis de humor negro, pero, al menos en mi opinión, ni es excesivamente divertido ni mucho menos resulta desternillante. Hay en la novela una exposición rigurosa y precisa de muchas enfermedades poco comunes y un buen número de síndromes extraños e inusuales, sin embargo, su ritmo narrativo va decayendo a medida que avanza la lectura, y la trama detectivesca no acaba de tener ni suficiente enjundia ni excesivo interés. Es cierto, por otro lado, que El asesino hipocondríaco es un libro bien escrito, que su autor tiene oficio y que usa una prosa elaborada y un estilo cuidado. No obstante, a pesar de su interés como catálogo médico y anecdotario de personajes ilustres, apenas hay una historia que contar, salvo los continuos fallidos intentos del asesino por lograr su objetivo y una mínima averiguación final sobre la identidad de quien le ha encargado ese asesinato.

Posiblemente habrá muchos lectores que disfrutarán más que yo con la lectura de este libro, que sin duda tiene originalidad y méritos, pero que a lo largo de sus páginas no logra levantar el vuelo como obra narrativa de ficción. De todas maneras no sería de extrañar que al protagonista le ocurra como a algunos de los personajes históricos a los que se asemeja en sus dolencias reales o imaginarias y que, pese a su hipocondría y su salud lamentable que le hacen pensar que apenas le queda vida por delante, aún pueda seguir dando guerra y protagonizar futuras aventuras.

Carlos Bravo Suárez

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