domingo, 29 de julio de 2012

DESEO, EXCESOS Y CULPABILIDAD




          
Un buen chico. Javier Gutiérrez. Mondadori. 2012. 140 páginas.

Un buen chico es una novela realmente sorprendente, impactante, hipnótica desde su primera página y crecientemente perturbadora para el lector a medida que éste avanza en su lectura. Javier Gutiérrez (Madrid, 1974), que ya había publicado antes un par de novelas premiadas en editoriales pequeñas, se revela con este libro  –acertada apuesta de la editorial Mondadori–  como un  valor emergente de la narrativa española contemporánea.

Un buen chico, de manera extraña y poco frecuente pero con magníficos resultados literarios, está narrada en segunda persona. El narrador se dirige directamente a Rubén Polo, un chico de buena familia que en los años noventa formó un grupo de rock con sus amigos Chino, Nacho y Blanca. Al éxito musical del grupo se añadieron excesos en el consumo de drogas y pastillas que llevaron a sus componentes a situaciones violentas e inconfesables, que supusieron finalmente su separación y marcaron para siempre su futuro.

La historia comienza con el encuentro casual entre Polo y Blanca en una céntrica calle madrileña, diez años después de la disolución del grupo musical con el que vivieron, en aquella añorada década de los noventa, extraordinarios momentos tanto en lo bueno como en lo malo. Aunque ambos intentan olvidar ese pasado, éste gravita inevitablemente sobre ellos persiguiéndolos de una manera implacable.  

Aunque, así resumido, el argumento puede parecer algo tópico y acaso de una novela juvenil, el tratamiento literario que Javier Gutiérrez da a la historia la convierte en una narración intensa y de enorme fuerza, que cautiva y atrapa al lector, casi hasta la angustia, prácticamente desde su inicio hasta la última página.

Un buen chico está narrada a través de múltiples conversaciones y pensamientos, con sucesivos saltos temporales en varios escenarios simultáneos, sin acotaciones que indiquen los personajes que intervienen o el momento en que suceden los hechos, de manera enormemente ágil y dinámica, como un recurso que engancha directamente al lector que, sin tener que perder tiempo en referencias espaciales y temporales innecesarias, reconoce cada acción y a cada personaje por su propio discurso.

Sin caer en ningún momento en pretensiones moralistas, la novela cuenta las consecuencias nocivas que determinados excesos juveniles pueden tener posteriormente, y cómo no todos sufren de la misma manera esos efectos. Sin duda Polo, que puede huir a Estados Unidos y trabajar después en el banco de su padre del que tanto había renegado, sale, a pesar de todo, mucho mejor parado que el desvalido, frágil e indefenso Nacho. Y no doy más pistas para no estropear al lector el completo disfrute de esta impactante novela, a cuyo autor habrá que seguir con la mayor atención en el futuro.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 22 de julio de 2012

SAN PEDRO DE CORNUDELLA


















Hace unas semanas, con mis amigos Josep Miquel Menal y Alberto Rubio, pude llegar a uno de los lugares más interesantes y de más difícil acceso de la Ribagorza oriental: las ruinas de la iglesia románica de San Pedro, o Sant Pere, de Cornudella, situadas en lo alto de un tozal de formas  redondeadas invadido casi por completo por la vegetación, a 1.062 metros de altitud, en el mismo emplazamiento donde estuvo anteriormente ubicado el importante castillo medieval de Cornudella.

En la actualidad, acceder a San Pedro de Cornudella no es tarea fácil. Si nosotros lo conseguimos fue, sobre todo, gracias al magnífico blog “Habitantes de la nada”, donde se explica con detalle un itinerario a este recóndito y poco conocido lugar ribagorzano. Siguiendo esas indicaciones, logramos encontrar los escasos trazos aún visibles del antiguo camino y alcanzar finalmente, con bastante dificultad y no poco esfuerzo, las ruinas de la iglesia en lo alto de la sierra.

Nuestro punto de partida fue Ribera de Vall, uno de los diversos núcleos que constituían el antiguo término de Cornudella, actualmente integrado en el extenso municipio de Arén. Dependían también del llamado Castro Cornudella las aldeas de L’Hostalet, El Sas, San Martín de Sas, Puimolar, Iscles, Soperún, Suerri y Tresserra. No existe por tanto una localidad que lleve el nombre de Cornudella, sino diversos núcleos que, sometidos antiguamente al poder del viejo castillo, se agrupan hoy bajo la denominación de Cornudella de Baliera. El Baliera es el río que atraviesa este pequeño valle y que, como el homónimo de mayor caudal situado algo más al norte con el que no hay que confundir, vierte sus aguas al Noguera Ribagorzana por su margen derecha.

Lo más destacado de la pequeña aldea de Ribera de Vall  –donde todavía permanece algún habitante–  es la portada de su iglesia parroquial dedicada a San Miguel, en cuya piedra clave hay grabado un bonito crismón trinitario. Al parecer, esta portada fue trasladada íntegramente hasta aquí desde la vieja iglesia de San Pedro de Cornudella durante el siglo XIX, seguramente poco después de la desamortización eclesiástica.

Desde la iglesia de Ribera de Vall hay que bajar hasta el barranco de Solá y, tras atravesarlo, buscar la manera de ascender hacia los restos de la iglesia, cuya torre, que asoma todavía por encima de los árboles del bosque que la rodean, puede servir de guía a nuestros pasos. Seguimos algunas trazas del viejo camino, pero a medida que vamos subiendo éstas son cada vez menos identificables entre la exuberante vegetación que se va apoderando de todo. Un poco antes de llegar a la iglesia, entre unos bancales en los que el sendero se desdibuja por completo, hallamos aún en pie algunos muros de un edificio que corresponde al parecer a la antigua borda de Peroi. Absolutamente emboscados, y tras aproximadamente una hora de camino desde nuestra salida de Ribera, encontramos finalmente con gran alegría las ruinas de la iglesia de San Pedro de Cornudella.

Aquí estuvo también, como se ha dicho al principio, el importante castillo medieval de Cornudella. Tal vez algunos de los muros de piedra que se hallan en las proximidades de la iglesia de San Pedro pertenecieran al mismo. El Castro Cornudella se encuentra documentado desde el siglo X y fue una de las avanzadillas ribagorzanas y aragonesas que, según Manuel Iglesias Costa, pudo desempeñar durante el siglo XI un importante papel en la conquista de Benabarre y en la fallida toma de Graus por parte del rey Ramiro I. En los siglos XII y XIII fueron sus tenentes las importantes familias ribagorzanas de los Gauzpert y los Aguinalíu, y en el año 1313 el rey Jaime II firmó varios documentos en este castillo. Durante los siglos XVI y XVII aún permanecía activo y pertenecía a la familia de los Calasanz.

En el volumen XV del libro “Viaje literario a las iglesias de España”, editado en 1851, Jaime Villanueva transcribe el acta de consagración de la iglesia de San Miguel en el castillo de Cornudella, efectuada el día 21 de noviembre del año 1138 por Gaufredo, obispo de Roda y Barbastro. Parece casi del todo seguro que es esta la misma iglesia que después pasó a denominarse, en un cambio de advocación que no era infrecuente, de San Pedro de Cornudella, la cual, por tanto, habría sido construida en la primera mitad del siglo XII.

A pesar de su actual estado de ruina, es evidente que estamos ante un templo de gran calidad arquitectónica, que muestra la pujanza que la familia Gauzpert, titular del castillo de Cornudella, tenía en aquel tiempo. Se trata de una construcción románica de una sola nave dividida en tres tramos, cubierta con bóveda de cañón y con ábside semicircular orientado al este. La techumbre del templo se ha ido desmoronando sobre su interior, anegándolo de ruinas entre las que han crecido varios robles que amenazan con apoderarse del recinto. En la parte interior de lo poco que queda del ábside, puede verse aún la losa rectangular del antiguo altar mayor.

De las paredes del templo, de gran grosor y sillería perfectamente trabajada, es la meridional la que mejor se ha conservado. En ella se abre la puerta de entrada, cuyas dovelas exteriores con su correspondiente crismón fueron trasladadas, como ya he dicho, a la iglesia de Ribera de Vall durante el siglo XIX. En la parte alta del exterior de este muro sur destaca una línea de arquillos ciegos de decoración lombarda y, sobre ella, un friso del que aún puede verse un tramo con el típico ajedrezado jaqués, aquí más parecido al que encontramos en el cercano monasterio de Santa María de Alaón que le serviría sin duda de modelo. Bajo este friso se abre una bonita ventana de arco de medio punto y doble derrame.

En el extremo sudoccidental del templo se levanta una torre campanario de la que aún permanece en pie una buena parte. Es de base cuadrada y forma prismática, aunque curiosamente en los pisos superiores se convierte en circular por su vertiente interna. En su lado oeste tenía adosado un edificio de dimensiones considerables del que aún quedan algunas paredes. Muy cerca del extremo oriental de la iglesia encontramos entre los árboles un “pilaret” o peirón dedicado a San Pedro apóstol. Su hornacina, que ha sido recientemente protegida con una ventana de aluminio, conserva en su interior la imagen del santo con un libro en una mano y las llaves del cielo en la otra.

Si desde las proximidades de la iglesia nos asomamos hacia el norte por el lado más acantilado de la sierra, tendremos magníficas vistas de los pequeños núcleos que componen la llamada Ribera de Cornudella, con las paredes orientales de la sierra de Sis a nuestra izquierda y, más a nuestra derecha, los escarpes meridionales de la sierra ya catalana de Sant Gervàs.

La parroquia de San Pedro de Cornudella dependió desde su origen de la catedral de Roda. A finales del siglo XII se cita en algunos documentos a un Bernardo, abad de Cornudella, lo que hace pensar en la presencia de una pequeña comunidad de clérigos en esta iglesia. De ella salieron algunos ilustres eclesiásticos que unían el nombre del lugar al suyo de pila. Al parecer la iglesia fue abandonada definitivamente tras la desamortización del siglo XIX. Algunas personas mayores de las aldeas de la zona nos dijeron que no hace muchos años aún se iba a San Pedro en romería el 29 de junio, día de su santo titular.

Según indica Manuel Iglesias Costa, en el mismo tozal donde se halla San Pedro de Cornudella, siguiendo la cresta de la sierra en dirección a poniente, quedan algunos restos de otra construcción románica más pequeña que estaría dedicada a Santa María. Nosotros, ya con el día acabándose y ante la dificultad que entraña moverse por una zona tan boscosa, desistimos de buscarla y dejamos el intento para otra ocasión más propicia.

La magnífica iglesia de San Pedro de Cornudella fue sin duda un lugar de gran importancia en la historia de Ribagorza. Su alejada ubicación y su difícil acceso parecen haberla abocado irremisiblemente a un abandono y olvido que de ninguna manera merece.

Carlos Bravo Suárez

Artículo publicado hoy en Diario del Alto Aragón

Imágenes: Iglesia de San Pedro de Cornudella (siete primeras fotos), pilaret de San Pedro junto a la iglesia, camino de subida a San Pedro, colina donde se halla la iglesia, vista desde San Pedro (la ribera de Cornudella y la sierra de Sis al fondo), iglesia de Ribera de Vall (exterior, portada, crismón e interior, que estaban pintando cuando hice la foto en el pasado mes de junio)

LA DISPARATADA VIDA DE UN SUECO CENTENARIO




El abuelo que saltó por la ventana y se largó. Jonas Jonasson. Salamandra. 2012. 414 páginas.

El abuelo que saltó por la ventana y se largó está siendo un gran éxito literario en toda Europa. Se trata de la primera y única novela hasta la fecha del sueco Jonas Janasson (Växjö, 1962), que antes había trabajado como periodista, consultor de medios de comunicación y productor televisivo. Jonasson se retiró a Suiza, junto al lago Lugano, para escribir esta historia que al parecer bullía en su cabeza desde hacía años. En la actualidad, el escritor reside de nuevo en Suecia.

El abuelo que saltó por la ventana y se largó es una larga novela que cuenta la disparatada vida de Allan Karlsson, quien, el 5 de mayo de 2005, justo el día en que cumple cien años, se escapa en zapatillas de la residencia de ancianos en la que acababa de ingresar y vive una loca y disparatada aventura que durante más de un mes tiene en jaque a la policía y a las autoridades de la comarca sueca de Södermarland.

La novela va alternando capítulos en los que se relata la historia presente de Karlsson y sus nuevos y extravagantes compañeros de aventuras con otros que narran las increíbles peripecias vividas por el personaje a lo largo de sus cien años de existencia, desde 1905 hasta 2005. Una centuria en la que ha viajado por buena parte del planeta y ha asistido a muchos de los momentos históricos más importantes del siglo XX. En ese dilatado periodo, este sueco trotamundos se encuentra en las situaciones más dispares e inverosímiles y conoce a personajes como Franco, Harry Truman, Stalin, Mao Tse-Tung y su bella esposa Jiang Qing, Churchill, Lyndon B. Jhonson, Charles de Gaulle o Richard Nixon entre otros. Llevado de aquí para allá por el azar y las circunstancias más extrañas, Karlsson está presente en la guerra civil española, la fabricación de la bomba atómica, la revolución maoísta china, la guerra fría y la escalada nuclear entre EE. UU y la URSS o la represión iraní en los tiempos del Sha. Siempre huyendo de cualquier ideología política y viviendo las situaciones con la mayor inocencia y espontaneidad, con un ingenio natural exento de moralismos y opiniones a priori.

El abuelo que saltó por la ventana y se largó es una novela que se lee con rapidez y facilidad a pesar de su extensión, que provoca frecuentes sonrisas en el lector mientras recorre, junto a su extravagante y singular protagonista, gran parte de la historia mundial del pasado siglo XX. Se trata, sin duda, de un relato diferente, divertido y repleto de ingenio y buen humor, que viene a demostrar que en los países nórdicos, además de muchas novelas negras, también se escriben otros libros.

Carlos Bravo Suárez

martes, 17 de julio de 2012

ENTREVISTA


Esta es la entrevista que me hizo hace unas semanas Ribagorza en Red. Fue una agradable tarde primaveral, paseando por lugares grausinos como la Plaza Mayor, el puente medieval o la basílica de la Virgen de la Peña. Agradezco a Bernardo y Sergio su espléndido trabajo, su magnífica técnica y la acertada selección de los mejores momentos de una larga conversación distentida y grata. También la elección de mi canción favorita de The Band como fondo musical. Espero que la entrevista guste a los lectores de este blog, que pueden así conocer un poco más a su autor.

http://www.facebook.com/carlos.bravosuarez

http://www.ribagorzaenred.com/cont/123/

domingo, 15 de julio de 2012

INTRIGA Y CRISIS EN LA GRECIA ACTUAL



 Con el agua al cuello. Petros Márkaris. Tusquets Editores. 2012. 324 páginas.

Con el agua al cuello es la última novela publicada en España de Petros Márkaris, escritor heleno, nacido en Estambul en 1937, guionista de varias películas del recientemente fallecido director de cine Theo Angelopoulus y traductor al griego de algunos de los mejores autores de lengua alemana, que ha alcanzado fama literaria en toda Europa con las novelas protagonizadas por el comisario ateniense Kostas Jaritos.

A esta serie policiaca tan exitosa pertenece Con el agua al cuello, un relato ambientado en Atenas en el año 2010. La acción transcurre, por tanto, en medio de la enorme crisis económica y social que lleva convulsionando desde entonces al país helénico, cuyas instituciones financieras acababan de ser rescatadas económicamente tras haberse declarado en bancarrota. En ese ambiente de agitación social  y continuas manifestaciones que colapsan con frecuencia las calles de la capital ateniense, se producen varios macabros asesinatos de banqueros y personas vinculadas al mundo de las finanzas que coinciden, además, con una campaña anónima que incita a declararse en rebeldía contra las entidades bancarias del país.

El comisario Kostas Jaritos se hace cargo de la investigación, aunque al principio es desplazado de la misma por creer sus superiores que se trata de atentados terroristas. Los asesinatos se suceden y las investigaciones iniciales se ven desmentidas por los nuevos acontecimientos. Al asunto financiero se añade otra trama ligada al dopaje de algunos ilustres exdeportistas griegos. Abundando en el tema deportivo, uno de los capítulos del libro transcurre el día de la final del pasado mundial de fútbol entre España y Holanda. Es de destacar cómo la mayoría de los griegos deseaba al parecer el triunfo de nuestra selección ante la holandesa. Dos años después, las inquietantes similitudes entre nuestro país y el heleno parecen haberse acentuado y los recortes sociales que viven en sus carnes muchos de los personajes de la novela de Petros Márkaris están comenzando a llegar también a la sociedad española.

Por otro lado, Con el agua al cuello, cuyo título hace referencia obviamente a la situación económica y social que acabamos de citar, es una novela policiaca bien construida, con un manejo ortodoxo y entretenido de los ingredientes habituales del género: una interesante intriga que mantiene el suspense en el lector hasta las últimas páginas del libro.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 8 de julio de 2012

CANCIÓN DE TUMBA



Canción de tumba. Julián Herbert. Literatura Mondadori. 2011. 206 páginas.

Canción de tumba ganó el prestigioso Premio Jaén de Novela del pasado año. Su autor es el mejicano Julián Herbert (Acapulco, 1971), hasta ahora poco conocido en España, a pesar de haber publicado en su país otra novela  -Un mundo infiel-, una colección de cuentos, un ensayo y varios libros de poesía.

En Canción de tumba, Herbert novela en primera persona, y no sabemos con cuánta dosis de autobiografía, la compleja relación que a lo largo de su vida ha mantenido con su madre, una mujer ingresada en un hospital mejicano porque padece una leucemia que la tiene al borde de la muerte. Las largas horas junto al lecho de la madre enferma llevan al narrador a realizar un heterodoxo ejercicio literario en el que mezcla recuerdos de su infancia, un repaso de su relación con las mujeres y sus gustos sexuales, su afición a varias drogas, y algunas sugerentes reflexiones sobre la situación social y política de su país, un México corrupto y violento que a veces tiene un tratamiento casi surrealista de reminiscencias buñuelescas.

Desde la infancia, la vida del narrador ha estado marcada por la profesión de su madre. Guadalupe Chávez –también conocida como Marisela Acosta, entre otras identidades falsas–, que  ejerció la prostitución durante buena parte de su vida. Quien narra la historia del libro es, por tanto, en el sentido literal de la expresión y sin eufemismos edulcorantes, un auténtico hijo de puta.

La novela puede caer tal vez en algunos momentos en un excesivo verbalismo retórico poco productivo narrativamente, pero esta misma inclinación esteticista la dota de una mayor modernidad en su hibridación de géneros literarios, su enfoque misceláneo y su notable musicalidad poética. Hay también, por otro lado aunque en la misma línea, una considerable presencia en el texto de un lenguaje coloquial mejicano, que recoge el habla de la calle y puede resultar en ocasiones algo difícil para el lector español.

Canción de tumba es una narración original ya desde su título, con esa antítesis implícita respecto a una posible “canción de cuna” referida a una infancia feliz. La del escritor consistió sin embargo, debido a la itinerante profesión de su madre, en un continuo ir y venir por la vasta geografía mejicana. No a todo el mundo gustará este libro que mezcla elementos muy diversos con una intención literariamente innovadora, y que se aleja en muchos aspectos de las corrientes narrativas más convencionales y ortodoxas.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 1 de julio de 2012

UN PASEO POR EL ROMÁNICO DE BETESA
















Betesa es una pequeña localidad ribagorzana situada a una altitud de 1150 metros en la vertiente oriental de la sierra de Sis, muy cerca de los límites altoaragoneses con la comunidad catalana. Aunque en tiempos pasados fue cabeza de un municipio propio que incluía los núcleos vecinos de Els Molins, Santa Eulalia y Obís, hoy sus escasos habitantes pertenecen al extenso municipio de Arén. Pasada esta población en dirección al norte, un poco más arriba de Sopeira, donde se encuentra el otrora influyente monasterio de Alaón, un desvío a la izquierda de la carretera N-230 nos lleva en unos seis kilómetros hasta esta bonita y acogedora localidad cargada de historia.

El caserío de Betesa tiene una clara estructura medieval. La única calle del pueblo se dispone en torno a un peñasco, en lo alto del cual se levantaba el antiguo castillo fortaleza del que prácticamente no quedan restos. La iglesia parroquial, dedicada a San Juan Evangelista, se encuentra separada del conjunto de la población. Tiene orígenes románicos aunque con muchas modificaciones posteriores, principalmente del siglo XVIII. Destaca su alta torre prismática de cuatro plantas que se eleva sobre la actual puerta de entrada al templo. Resulta realmente atractiva la estampa que recibe al excursionista que llega a Betesa, con la iglesia y su elevada torre destacando en primer plano sobre un caserío apiñado bajo el promontorio rocoso que lo protege.

De Betesa parte el PR-HU245, un sendero de pequeño recorrido que nos permite realizar sin demasiado esfuerzo una atractiva excursión circular por algunos de los lugares más interesantes de este antiguo municipio. A una media hora andando desde Betesa se encuentra la ermita de Regatell, una construcción románica, posiblemente del siglo XII, de planta rectangular, bóveda de cañón y ábside semicircular orientado al este. La puerta de acceso se abre en su muro meridional; tres hileras por encima de la clave de su arco de medio punto puede pasar inadvertido un sillar con un crismón esculpido colocado en posición invertida. En el tejado del semicírculo absidal faltan las losas originales y se ha dejado al descubierto una capa impermeable de color oscuro, colocada para evitar que las humedades traspasen al interior del templo. Procedente de esta ermita es el famoso frontal conocido como de la Virgen de la Leche que se encuentra en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, a donde llegó desde una colección privada. Se trata de una pintura sobre una tabla dividida en cinco compartimentos. En el central y más grande se muestra una figura de la Virgen María en posición sedente amamantando al Niño con uno de sus pechos. Los cuatro compartimentos laterales contienen escenas de la Anunciación, la Natividad, la Adoración de los Reyes Magos y el Anuncio a los pastores. El frontal ha sido fechado por los expertos en la segunda mitad del siglo XIII. A la ermita de la Virgen de Regatell se iba de romería el día 12 de mayo; ahora, para que pueda participar más gente en ella, la celebración se ha pasado al mes de agosto.

A la ermita de Santa Eulalia o Santolaria se puede ir por sendero señalizado desde el mismo Betesa o campo a través desde la ermita de Regatell. En ambos casos se viene a tardar alrededor de media hora. Santolaria, situado en una atalaya desde donde se divisan las localidades de Pallerol, Betesa o Santorens, fue un pequeño poblado del que hoy quedan un par de casas abandonadas. La iglesia de Santa Eulalia, también construida en el siglo XII, es parecida a la de la Virgen de Regatell, pero con más envergadura, porte y señorío. En la década de los noventa fue restaurada por la Diputación General de Aragón. Es de planta rectangular, bóveda de cañón, arco presbiteral y ábside semicircular encarado a oriente. Tiene dos capillas laterales a ambos lados de altar. Que este fue un edificio de relevancia lo ponen de manifiesto los bien trabajados sillares perfectamente alineados horizontalmente en sus muros. En la parte exterior del ábside se observa una línea de canecillos simétricos, por debajo de los cuales se van alternando sucesivos orificios cuadrados en una franja que bordea toda la cabecera externa. La puerta de entrada, situada en el lado oeste del muro meridional, tiene un doble arco de medio punto con un crismón trinitario sobre su piedra clave. Presenta también dos capiteles con motivos aparentemente vegetales, sustentados por sendas columnas que fueron reconstruidas en la reciente restauración del templo. 

Desde Santa Eulalia o Santolaria en dirección al oeste, en algo menos de una hora y siguiendo las marcas del PR-HU245, llegaremos a Obís. Antes de entrar en esta localidad hoy despoblada, debemos atravesar el barranco del mismo nombre por un paso de piedras. Algo más arriba de este sencillo paso sobre el cauce del río, remontando el curso de éste por alguna de sus márgenes, encontraremos un  pequeño puente de hechuras medievales y rústica belleza. Es de un solo ojo y se halla bastante escondido, en un paraje envuelto en una vegetación exuberante. Así era al menos esta primavera, cuando con unos amigos logramos localizarlo no sin esfuerzo y dificultad.

Obís, a 1270 metros de altitud, es un pueblo en ruinas. Se dispone en una calle única en uno de cuyos extremos quedan los restos de la iglesia parroquial de San Juan. Su estado de ruina es tan avanzado que ya resulta difícil hacerse una idea de cómo era antes el edificio. Aún puede verse buena parte del originario ábside románico, toscamente construido con piedras y conglomerado. Adosados a su parte septentrional, hay algunos sillares más grandes y mejor alineados que corresponden seguramente a lo que fue la antigua sacristía, añadida a la iglesia con posterioridad. Las casas de Obís, hoy solo habitadas por algún tal vez esporádico poblador neorrural, se asoman por su cara de poniente al barranco homónimo, que ha ido excavando su profundo cauce a lo largo de los tiempos. Dentro del término de esta población, ya en lo más alto de la sierra de Sis y junto a unos corrales de ganado en el paso de la antigua cabañera o vía pecuaria, se encuentran las ruinas de la capilla de Santa Margarita de Belarta. Según algunos historiadores, aquí pudo ubicarse en tiempos medievales el supuesto castillo de Bellasía, que desde las alturas de la sierra dominaría ampliamente toda la zona.

Desde Obís, el PR-HU245 desciende otra vez al barranco para atravesarlo de nuevo y transitar por su margen derecha, ofreciéndonos bonitas vistas del propio pueblo, que vamos dejando atrás en lo más alto. Al cabo de una media hora, llegaremos a la casa Pallás, una masía en buen estado perteneciente ya a Betesa. El sendero baja cortando una pista para dirigirse de nuevo al barranco que viene de Obís y volver a cruzarlo por otro puente medieval. El puente de Betesa es también de un solo ojo y de aspecto algo rústico, muy similar al que hemos visto antes en Obís, aunque mucho menos escondido que aquel. Desde aquí el sendero toma un sentido ascendente hasta llegar de nuevo a Betesa y cerrar así el círculo de nuestro recorrido.

Carlos Bravo Suárez

Artículo publicado hoy en Diario del Alto Aragón

Imágenes: Betesa (dos fotos), Regatell (exterior e interior), Santa Eulalia (exterior sur, puerta, interior y exterior norte), Santolaria (casas), puente de Obís (dos fotos), Obís (iglesia y pueblo sobre el barranco), Casa Pallás y puente de Betesa.

¿LIBERACIÓN?


            
                             Liberación.  Sándor Márai. Salamandra. 2012. 160 páginas.

El húngaro Sándor Márai (1900–1989) es uno de los grandes escritores europeos del siglo XX. En los últimos años Salamandra ha editado en España un buen número de sus obras. Márai fue testigo directo de buena parte de los grandes dramas sufridos por Europa durante la pasada centuria. Tras el triunfo del comunismo de corte soviético en Hungría, en 1948 se exilió en los Estados Unidos, donde se quitó la vida en 1989, sólo unos meses antes de la caída del muro de Berlín que supuso el final de un régimen que condenó su obra al olvido durante más de cuarenta años en su país natal. Es precisamente la entrada de las tropas rusas en Budapest en 1945 lo que Sándor Márai narra en su novela Liberación, ahora editada en España.

Liberación fue escrita entre los meses de julio y septiembre de 1945, sólo medio año después de que ocurrieran los hechos históricos que sirven de fondo al relato. La novela permaneció inédita hasta el año 2000 en que fue publicada con motivo del centenario del gran escritor húngaro. Liberación transcurre en los meses finales de 1944, cuando la Budapest en poder de los alemanes es asediada por el Ejercito Rojo, y en los primeros días de 1945, en que los soviéticos entran por fin en la ciudad para liberarla del terror implantado en ella por los nazis y sus colaboradores húngaros, conocidos como los cruces flechadas.

La protagonista de la novela es Erzsébet, una joven húngara que busca un escondite para su padre, un conocido científico perseguido por los fascistas. La novela transcurre en un sótano donde se ha refugiado de los bombardeos y de la persecución nazi un grupo de personas que viven hacinadas aguardando, con una mezcla de angustia y esperanza, la llegada de los soldados rusos. Cuando esta finalmente se produce, las cosas no ocurrirán como la joven Erzsébet  esperaba.

La novela es un magnífico ejercicio literario, con una narración que progresa a un ritmo angustioso y desvela magistralmente la decadencia moral a la que la aceptación del nazismo y la crudeza de la guerra arrastró a la sociedad húngara en aquellos momentos convulsos. El desenlace del relato tiene sin duda un claro valor simbólico y muestra la poca confianza que el propio Márai tenía en los supuestos libertadores. Algo que el escritor magiar supo ver ya a los pocos meses de que su país cayera en manos soviéticas.

Aunque Liberación es en buena medida un monólogo interior de la protagonista y contiene menos diálogos que otras novelas del mismo autor, hay algunas conversaciones espléndidas en las páginas del libro. Sobre todo la que la joven Erzsébet mantiene con el profesor tullido en el refugio subterráneo, que contiene algunas brillantes reflexiones de claro contenido ético junto a una visión no demasiado optimista del ser humano y sus evidentes limitaciones.

Carlos Bravo Suárez