domingo, 7 de julio de 2013

GUATEMALA



Los sordos. Rodrigo Rey Rosa. Alfaguara. Madrid. 2012. 240 páginas. 

Rodrigo Rey Rosa (Ciudad de Guatemala, 1958) es hoy probablemente el más importante y conocido de los escritores guatemaltecos. Perteneciente a una familia de la rica burguesía de su país, viajó por Europa y Estados Unidos y tuvo una provechosa estancia en Tánger, donde hizo amistad con Paul Bowles, que tradujo al inglés algunos de sus libros. Comenzó escribiendo cuentos para seguir con la publicación de varias novelas, nunca demasiado largas, que va alternando con su trabajo de traductor. En lo que parece un cierto proceso hacía un mayor realismo y precisión en su narrativa, su última novela, Los sordos, está ambientada en Guatemala y ofrece una amplia y profunda visión de la compleja realidad de aquel país centroamericano en la actualidad.

El protagonista principal de Los sordos es Cayetano, un joven procedente del mundo rural que encuentra trabajo como guardaespaldas de Clara, la hija de un adinerado banquero de Ciudad de Guatemala que recibe continuas amenazas. Cuando la joven desaparece misteriosamente y todo parece indicar que ha sido secuestrada, Cayetano intentará por todos los medios localizarla, aunque para ello deba trasladarse al complicado occidente guatemalteco, poblado por numerosas etnias indígenas de la antigua cultura maya. La novela ─además de un thriller lleno de misterio, intriga y suspense─, se convierte también en un relato de amplio recorrido geográfico por la difícil y multiétnica nación centroamericana. De esta manera, Rodrigo Rey Rosa realiza un excepcional y completo retrato de su país, presentando diversos aspectos políticos, sociales, étnicos y culturales del mismo. Un país con grandes diferencias sociales y azotado por una enorme violencia cotidiana, cuya manifestación más terrible son los frecuentes linchamientos populares a manos de turbas incontroladas.

Observamos cómo la minoría rica de la capital se atrinchera en lujosas casas dotadas de grandes medidas de seguridad y contrata para protegerse a numerosos guardaespaldas, hasta el punto de convertir esta actividad en uno de los principales empleos para muchos jóvenes del país. Aunque en cierta medida la novela parece seguir la clásica dicotomía campo/ciudad o civilización/barbarie, tan presente en la narrativa latinoamericana desde prácticamente sus orígenes, en muchos momentos trasciende claramente esa oposición y muestra un país lleno de contrastes, en el que todo está revuelto y conviven tradiciones y supersticiones ancestrales con los últimos avances tecnológicos y médicos, estos últimos destinados a sospechosas prácticas con la población campesina. Resulta curioso y llamativo que en algunas zonas rurales se mantengan dos justicias paralelas: la oficial en manos del Estado y la popular ─de origen milenario─ en manos de los consejos indígenas.

Rodrigo Rey Rosa y otros escritores de su generación ─como el hondureño, aunque criado en El Salvador, Horacio Castellanos Moya─ nos presentan con una prosa directa, original y descarnada, que huye de florituras estilísticas y recoge el habla coloquial de la calle, la complicada y convulsa realidad de las actuales sociedades centroamericanas.

Carlos Bravo Suárez

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