domingo, 29 de diciembre de 2013

MÁRKARIS CIERRA SU TRILOGÍA DE LA CRISIS

                     
  Pan, educación, libertad. Petros Márkaris. Tusquets Editores. 2013. 256 páginas.

Tras Con el agua al cuello y Liquidación final –ambas reseñadas en su momento en esta sección–, el escritor griego Petros Márkaris (Estambul, 1937) cierra su Trilogía de la Crisis con su última novela Pan, educación, libertad. Un nuevo caso del comisario Kostas Jaritos en una Grecia hundida en una profunda crisis económica, ética y social.

En un ejercicio de política-ficción, Pan, educación, libertad se inicia en la Nochevieja de 2013 después de que Grecia se haya declarado en absoluta bancarrota. El país ha abandonado el euro para volver a la dracma –como España a la peseta–, y los funcionarios llevan tres meses sin cobrar su sueldo. En esa situación crítica, el comisario Jaritos y su maltrecho equipo de colaboradores deberán investigar los asesinatos sucesivos de un importante empresario de la construcción, un catedrático de Derecho y un influyente sindicalista. Los tres participaron en los sangrientos sucesos de la Universidad Politécnica de Atenas que en 1973 supusieron el final de la dictadura militar en el país helénico.

Márkaris sitúa de nuevo la acción en una Atenas convulsionada por la crisis y las continuas manifestaciones y enfrentamientos que colapsan con frecuencia la plaza Sintagma y el centro de la ciudad. Describe con crudeza, pero también con abundantes dosis de ironía, la quiebra económica y social del país, los apuros económicos cotidianos de buena parte de la sociedad, el alarmante incremento de la pobreza, las nuevas formas de solidaridad entre los necesitados, el auge de la extrema derecha y el racismo o el anquilosamiento de buena parte de la izquierda. Y, en esta novela, el escritor griego ajusta cuentas con la llamada generación de la Politécnica, que sacó provecho descaradamente de su pasado antifascista y de sus orígenes progresistas para instalarse en el poder, copar los mejores puestos, colocar a los suyos y a sus familiares y dominar todos los ámbitos de la sociedad griega, desde la universidad hasta los sindicatos. Una generación que vivió en la abundancia y el despilfarro y se aprovechó sin escrúpulos del dinero que llegaba procedente de los fondos europeos que, en vez de servir para la cohesión social del país, contribuyó al enriquecimiento de unos pocos y a la ruina de la mayoría. El tejemaneje, asegura el comisario Jaritos, es un verdadero oficio griego.  

De nuevo las investigaciones policiales se ven entreveradas de situaciones familiares que dan a la novela ese toque cotidiano que caracteriza al escritor heleno. Su mujer, Adrianí, se enfrenta con energía y coraje a una falta de ingresos que obliga a ajustar en extremo los gastos de la economía doméstica y que lleva al propio policía a tener que sustituir el coche por el autobús. También Katerina, la hija de Jaritos, tendrá un papel importante en la novela en su nueva condición de abogada.

Y en lo que se refiere a la trama policiaca, el lector encontrará de nuevo el entretenimiento de una intriga bien dosificada que, obviamente, no será resuelta hasta las últimas páginas del libro. Márkaris sigue consolidándose como uno de los referentes indispensables de la novela negra europea y como uno de los escritores que mejor saben abordar literariamente la crisis económica que padecen los países del sur de Europa. Porque, aunque las situaciones de Grecia y España no sean hoy idénticas, hay bastantes similitudes y paralelismos en los comportamientos políticos y en la historia reciente de ambos países.

Carlos Bravo Suárez 

sábado, 28 de diciembre de 2013

RESPUESTA AL DESAFÍO SOBERANISTA

Ante el presente desafío soberanista catalán es absolutamente imprescindible la unidad de al menos los dos grandes partidos españoles. Sería una irresponsabilidad histórica imperdonable que cualquiera de ambos antepusiera el afán electoralista o la animadversión al otro a los intereses generales del país. De momento, parece que esta postura unitaria se está produciendo; pero, sobre todo desde algunos sectores del partido en la oposición se pone cierto énfasis en la necesidad de que el gobierno haga algo más que negar rotundamente la legalidad de la pretendida consulta. No digo yo que el partido hoy en el poder no deba hacer algún movimiento para intentar limar asperezas y acercar posiciones distanciadas; sin embargo, tampoco haría mal la oposición en concretar en qué sentido y de qué manera deben darse esos pasos que reclama, que bien podrían ser consensuados previamente por ambas formaciones para ofrecer así una respuesta sólida y común al presente desafío.

Carlos Bravo Suárez 

Carta publicada hoy en el diario El País



domingo, 22 de diciembre de 2013

LA SOLTERONA

                                                 
        La solterona. Edith Wharton. Impedimenta. 2013. 144 páginas.

Edith Wharton (EE. UU., 1862 – Francia, 1937) es una de las más destacadas escritoras estadounidenses del primer tercio del siglo XX. Poeta, autora de cuentos y, sobre todo, novelista, su novela más conocida es La edad de la inocencia (1920), ganadora del Premio Pulitzer y llevada al cine en 1993 por el conocido director Martin Scorsese. La solterona, publicada por Wharton en 1921, es una novela corta que ya tenía algunas ediciones anteriores en español y que ahora Impedimenta acaba de recuperar en una nueva edición con un postfacio o estudio final de Lale González-Cotta, que es además la traductora del libro. Hay que decir que también de esta novela se hizo en 1939 una espléndida adaptación cinematográfica, verdadero clásico en blanco y negro, dirigida por Edmund Goulding y memorablemente protagonizada por Bette Davis.

La solterona cuenta la relación entre las primas Delia y Charlotte en el próspero Nueva York de mediados del siglo XIX. Mientras la primera se ha casado con Jim Ralston, perteneciente a una de las más ricas familias de la burguesía neoyorquina, Charlotte debe anular su compromiso con un hermano de este por un episodio de su pasado que la marcará y condicionará para el resto de su vida y la convertirá en una forzada solterona.

La solterona tiene un argumento puramente melodramático. Sin embargo, una voz narradora en tercera persona cuenta la historia con una completa imparcialidad y un absoluto objetivismo. Wharton conocía bien la idiosincrasia de la burguesía del Nueva York de aquel tiempo y nos muestra, con la distancia narrativa necesaria, el puritanismo, la hipocresía, el carácter endogámico y cerrado de sus matrimonios y los hábitos y convencionalismos sociales de las familias más pudientes de la ciudad, cuyos códigos éticos se sustentan en buena medida en la falsedad de las apariencias. Pero la escritora estadounidense lo hace sin moralismos explícitos, sin maniqueísmos en el dibujo de sus personajes, dejando simplemente que estos hablen y se expresen para que el lector saque sus propias conclusiones.

Es, sobre todo, una novela de mujeres –los hombres eran juzgados de manera bien distinta en aquella sociedad–, con las dos primas como los dos personajes casi únicos y centrales de la narración. Ambas, que tienen algún pasado nexo en común y un vínculo secreto inconfesable, exponen sus razones para justificar su comportamiento y dialogan entre ellas a la hora de tomar las importantes decisiones que las afectan; pero mientras Delia puede hacerlo desde su cómoda posición familiar, Charlotte es víctima de la hipocresía imperante y debe sacrificar y esconder su condición real mientras acumula amargura y resentimiento hacia su prima.

Además, la novela está escrita con un estilo sobrio, fino y elegante, sin extenderse en detalles ni en descripciones innecesarias, con las pinceladas precisas, sutiles y suficientes. Tejiendo así un hermoso relato realista, con las dosis justas de costumbrismo y crítica social, amargo y triste como lo es el personaje que da título a la novela.

Carlos Bravo Suárez    

domingo, 8 de diciembre de 2013

14

                                                        
               
14. Jean Echenoz. Anagrama. 2013. 98 páginas.

Incluso el título es extremadamente breve en la última novela de Jean Echenoz (Orange, 1947). Después de sus biografías noveladas del músico Ravel, el atleta Zatopek y el científico Tesla, el exquisito escritor francés aborda la Primera Guerra Mundial en 14, una breve narración de tan solo 98 páginas en las que se resumen de manera magistral los cuatro años de gran aquel conflicto que sacudió Europa en la segunda década del siglo XX.

14 se inicia en agosto de 1914, cuando en el departamento atlántico de La Vendée los hermanos Anthime y Charles Sèze y sus amigos Padioleau, Bossis y Arcenet son llamados a filas en medio de un ambiente festivo y de la creencia generalizada de que el conflicto bélico para el que son reclamados  será solo una cuestión de un par de semanas. Pero los nuevos soldados no tardarán en comprobar la crudeza y el horror que supone toda guerra, la sordidez de las trincheras, la espantosa destrucción y mutilación de los cuerpos, el incesante y cruel sacrificio de unos jóvenes que han sido llevados casi sin darse cuenta a un monstruoso matadero. Como se dice en algún momento del libro, la guerra viene a ser como una ópera sórdida y pestilente que todo lo destruye.

Con su habitual estilo minimalista y unas descripciones de gran plasticidad y crudo realismo, Echenoz alcanza casi la perfección de la novela breve haciéndonos recorrer en las escasas páginas del libro el camino que, de manera casi fatalista, lleva a unos inocentes muchachos que, como Anthime con su bicicleta al inicio del relato, están en edad de disfrutar de los placeres de la vida al más espeluznante y brutal de los horrores.
Pero no solo la muerte y la destrucción están presentes en la novela, también el amor y la vida que encarna y contiene la joven Blanche, de la que tanto Charles como Anthime están enamorados. E incluso, en los momentos más terribles de la extenuante y estática guerra de trincheras, hay lugar para algunas ironías en las referencias a los muchos animales que pueden servir como alimento inesperado o ser sufridos como martirizantes parásitos por unos soldados que, en su angustia y desesperación crecientes, pueden saludar con alborozo la suerte de quienes logran escapar de aquel horror aun al precio de sufrir terribles mutilaciones por las heridas del combate. Eso y el suicidio son las únicas vías de escape de una guerra atroz, en la que cualquier intento de deserción implica el casi seguro fusilamiento en la retaguardia.

Con 14, Jean Echenoz logra la máxima expresión de la concreción y la síntesis tan características de su narrativa. Muchos, como se dice en algún momento del libro, han escrito sobre aquella primera gran guerra europea. En algunos casos con gran destreza y calidad literarias. Podría parecer que ya poco más podía escribirse sobre aquel terrible conflicto. Sin embargo, 14 supone una nueva manera literaria ─concisa, precisa y sumamente elegante─ de abordar ese periodo que sirve como arquetipo de cualquiera de las guerras y de sus inevitables y siempre terribles consecuencias.

Carlos Bravo Suárez 

domingo, 1 de diciembre de 2013

HUESOS EN EL JARDÍN


Huesos en el jardín. Henning Makell. Tusquets Editores. 2013. 192 páginas.

La edición de Huesos en el jardín, un nuevo libro de Henning Mankell (Estocolmo, 1948) protagonizado por el inspector Kurt Wallander, puede constituir una sorpresa para los muchísimos seguidores del más destacado y conocido de los escritores escandinavos que cultivan la novela negra. Sin embargo, esta nueva entrega de Mankell no significa en absoluto que el inspector Wallander haya regresado. Huesos en el jardín es un breve relato de poco más de cien páginas que el autor sueco escribió como regalo para los lectores holandeses que compraran otras obras suyas y que solo se publicó en los Países Bajos en el año 2004. No puede compararse pues esta novelita corta, deliciosa en cualquier caso, con el resto de narraciones de la serie protagonizada por Wallander, mucho más largas y literariamente elaboradas que este casi divertimento del autor.

Huesos en el jardín transcurre en el año 2002 y se situaría como la penúltima de las novelas de la saga Wallander, justo por delante de El hombre inquieto, que supuso la que parece ya irreversible y definitiva despedida del famoso inspector. En Huesos en el jardín, un Wallander, cansado y algo gruñón, va a visitar una casa de campo a las afueras de Löderup en la provincia meridional sueca de Escania. Un colega suyo le ha recomendado la compra de esa vivienda, con la que Wallander tal vez pueda ver cumplido por fin su sueño de tener una casa fuera de la ciudad. Sin embargo, terminada la visita y cuando se dispone a volver al coche, el inspector descubre los restos de una mano humana que sobresale entre la tierra del jardín que rodea al edificio. La consiguiente excavación saca a la luz un esqueleto humano que parece corresponder a una mujer que murió ahorcada unos cincuenta años atrás. El irreprimible oficio policial de Wallander hace que, junto a algunos de sus colegas, inicie una investigación que, dado el mucho tiempo transcurrido, parece difícil que alcance resultados satisfactorios.

A pesar de su brevedad, la novela mantiene hasta el final una intriga bien administrada y nos presenta a un Wallander que nota el paso de los años y el creciente peso de la soledad. El inspector, que vive con su hija Linda, también policía y con la que discute con frecuencia, es consciente de estar llegando al final de su carrera como investigador: “Me estoy haciendo demasiado viejo, –pensó– demasiado viejo para mí y para mi profesión”.

Al final de la narración, la reciente edición de Huesos en el jardín añade un posfacio –neologismo que yo desconocía– o epílogo en el que el propio Mankell explica al lector muchas cosas interesantes sobre su personaje Wallander: cómo nació, en qué obra clásica griega se inspiró al crearlo, cómo surgió su nombre y hasta qué votó en el referéndum sobre la entrada de Suecia en la Unión Europea.

Respecto al futuro del inspector, me limito a transcribir las palabras del final del libro, escritas por Henning Mankell en mayo de este mismo año: “En todo caso, el relato sobre Kurt Wallander ha terminado. Wallander no tardará en jubilarse. Y se dedicará a deambular por esa tierra crepuscular que le pertenece, con Jussi, su perro de pelo negro. Ignoro cuánto tiempo seguirán sus pasos horadando la Tierra. Supongo que la decisión es sólo suya.”

Carlos Bravo Suárez