domingo, 22 de diciembre de 2013

LA SOLTERONA

                                                 
        La solterona. Edith Wharton. Impedimenta. 2013. 144 páginas.

Edith Wharton (EE. UU., 1862 – Francia, 1937) es una de las más destacadas escritoras estadounidenses del primer tercio del siglo XX. Poeta, autora de cuentos y, sobre todo, novelista, su novela más conocida es La edad de la inocencia (1920), ganadora del Premio Pulitzer y llevada al cine en 1993 por el conocido director Martin Scorsese. La solterona, publicada por Wharton en 1921, es una novela corta que ya tenía algunas ediciones anteriores en español y que ahora Impedimenta acaba de recuperar en una nueva edición con un postfacio o estudio final de Lale González-Cotta, que es además la traductora del libro. Hay que decir que también de esta novela se hizo en 1939 una espléndida adaptación cinematográfica, verdadero clásico en blanco y negro, dirigida por Edmund Goulding y memorablemente protagonizada por Bette Davis.

La solterona cuenta la relación entre las primas Delia y Charlotte en el próspero Nueva York de mediados del siglo XIX. Mientras la primera se ha casado con Jim Ralston, perteneciente a una de las más ricas familias de la burguesía neoyorquina, Charlotte debe anular su compromiso con un hermano de este por un episodio de su pasado que la marcará y condicionará para el resto de su vida y la convertirá en una forzada solterona.

La solterona tiene un argumento puramente melodramático. Sin embargo, una voz narradora en tercera persona cuenta la historia con una completa imparcialidad y un absoluto objetivismo. Wharton conocía bien la idiosincrasia de la burguesía del Nueva York de aquel tiempo y nos muestra, con la distancia narrativa necesaria, el puritanismo, la hipocresía, el carácter endogámico y cerrado de sus matrimonios y los hábitos y convencionalismos sociales de las familias más pudientes de la ciudad, cuyos códigos éticos se sustentan en buena medida en la falsedad de las apariencias. Pero la escritora estadounidense lo hace sin moralismos explícitos, sin maniqueísmos en el dibujo de sus personajes, dejando simplemente que estos hablen y se expresen para que el lector saque sus propias conclusiones.

Es, sobre todo, una novela de mujeres –los hombres eran juzgados de manera bien distinta en aquella sociedad–, con las dos primas como los dos personajes casi únicos y centrales de la narración. Ambas, que tienen algún pasado nexo en común y un vínculo secreto inconfesable, exponen sus razones para justificar su comportamiento y dialogan entre ellas a la hora de tomar las importantes decisiones que las afectan; pero mientras Delia puede hacerlo desde su cómoda posición familiar, Charlotte es víctima de la hipocresía imperante y debe sacrificar y esconder su condición real mientras acumula amargura y resentimiento hacia su prima.

Además, la novela está escrita con un estilo sobrio, fino y elegante, sin extenderse en detalles ni en descripciones innecesarias, con las pinceladas precisas, sutiles y suficientes. Tejiendo así un hermoso relato realista, con las dosis justas de costumbrismo y crítica social, amargo y triste como lo es el personaje que da título a la novela.

Carlos Bravo Suárez    

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