domingo, 22 de febrero de 2015

NIVELES DE VIDA

           
               “Niveles de vida”. Julian Barnes. Anagrama. 2014. 152 páginas.

Julian Barnes (Leicester, 1946) es, sin duda, uno de los mejores escritores británicos contemporáneos. Autor de novelas, relatos y ensayos, se dio a conocer internacionalmente en 1985 con “El loro de Flaubert”, obra que ha sido recientemente reeditada en nuestro país. Con su anterior novela, “El sentido de un final”, reseñada en esta sección en 2013, ganó el premio Booker, el más importante galardón de la letras anglosajonas, del que Barnes ya había sido finalista en varias ocasiones. Ahora, de nuevo la editorial Anagrama y con la traducción de Jaime Zulaika, ha publicado aquí su último libro hasta la fecha: “Niveles de vida”, una obra híbrida que mezcla de manera brillante y novedosa el documento histórico, la ficción literaria y la confesión personal, íntima y autobiográfica del propio autor.

“Niveles de vida” se divide en tres partes que aparentemente –sobre todo la tercera con respecto a las dos anteriores– no parecen tener demasiada relación entre sí. La parte inicial, titulada “El pecado de la altura”, tiene el tono de una crónica histórica referida a los primeros vuelos en globo aerostático realizados en Francia e Inglaterra durante el siglo XIX. El principal personaje es Félix Tournachon, conocido como Nadar, fotógrafo experimental y uno de los pioneros “de estos vuelos que, aunque supeditados a los caprichos del viento y el clima, representaban la libertad” para aquellos “globonoicos” iniciales.

En la segunda parte (“En lo llano”) se cuenta la relación amorosa entre el coronel británico Fred Burnaby y la famosa actriz francesa Sarah Bernhart. En su tercer y último bloque (“La pérdida de la profundidad”), el relato da un giro absoluto y se centra en el doloroso sentimiento de pérdida vivido por el propio Barnes tras la muerte de su mujer Pat Kavanagh, a quien está dedicado el libro. Tras treinta años juntos, un tumor cerebral acabó en pocos días con la vida de Pat y, tras el terrible e inesperado mazazo, el desconsolado escritor reflexiona sobre el sufrimiento y la aflicción que le produce la ausencia de su compañera. Sobre la aflicción, escribe que se trata de “un estado humano, no médico, y aunque haya píldoras que nos ayuden a olvidarla –y todo lo demás– no hay pastillas que la curen”. Sobre el final de la vida de la persona amada, dice que en los tiempos actuales “afrontamos mal la muerte” y “ya no la integramos como una parte de una pauta más amplia”.

Algún párrafo permite conectar la disparidad de contenidos que presentan la primera y la tercera parte del libro: “Entonces, ¿cómo te sientes? Como si te hubieras caído desde una altura de sesenta metros, y hubieras aterrizado con los pies por delante en un arriate de rosas, con un impacto tan fuerte que te ha clavado en la tierra hasta las rodillas, y una conmoción que te ha reventado los órganos internos y los ha proyectado fuera de tu cuerpo. Así se siente uno, ¿y por qué debería parecer otra cosa?”. Como si uno cayera desde lo alto de aquellos globos decimonónicos que se han descrito en las páginas iniciales se siente él tras el fallecimiento de su esposa.

No es Barnes un escritor de tintes moralistas, por eso sorprende en cierto modo esta definición sobre el amor que tal vez nos explique el cariz de su profunda relación con Pat: “El amor puede no conducir a donde creemos o esperamos, pero con independencia del resultado debería ser un llamamiento a la seriedad y la verdad. Si no es así –si su efecto no es moral–, entonces el amor no es más que una forma exagerada de placer”.

Los tres capítulos comienzan hablando de lo que ocurre cuando se juntan dos cosas o dos personas nuevas. El resultado es que, para bien o para mal, el mundo cambia. En este libro se unen diferentes géneros literarios y el resultado es una hermosa obra literaria. En la que empezamos elevándonos al cielo en globos aerostáticos y terminamos sintiendo el dolor y la tristeza que produce la muerte de la persona más amada.

Carlos Bravo Suárez

sábado, 21 de febrero de 2015

ACTUALIDAD DE GINER DE LOS RÍOS



En el centenario de la muerte de Francisco Giner de los Ríos es necesario, y así lo ha hecho este diario en varios artículos recientes, recordar su importante figura como una referencia moral y educativa ineludible y principal de la historia de España. Como hizo don Joaquín Costa, muerto en Graus (Huesca) cuatro años antes y autor de la famosa receta modernizadora “Escuela y despensa”, Giner basaba la regeneración de aquella España decadente no solo en la economía sino también, y sobre todo, en la educación, la cultura y los valores éticos y morales. Viendo la corrupción que ha azotado a nuestro país en las últimas décadas, tal vez habría que buscar la forma más eficiente de inocular en nuestros jóvenes la importancia de la honradez y del trabajo serio para, como pretendía el gran pedagogo rondeño, regenerar España a través de la revolución de las conciencias y crear hombres íntegros, cultos y capaces, que supieran hacer oídos sordos a los cantos de sirena de la codicia y el dinero fácil que tantos estragos han causado y causan en estos tiempos en la sociedad española.
Carlos Bravo Suárez

Carta publicada hoy en el diario El País

jueves, 19 de febrero de 2015

LA SIERRA DE LA CARRODILLA POR EL GR-18


                             Aguinalíu
                             Pinturas del Forau del Cocho
                             Forau del Cocho
                             Santuario de la Carrodilla
                             Santuario de la Carrodilla
                             La Carrodilla
                             La Carrodilla
                             La Carrodilla
                             La Carrodilla
                             La Carrodilla desde la Cruceta de Alins.
                             Bajando de la Cruceta de Alins
                             Olivares cerca de Fonz
                             Camino empedrado hacia Fonz
                                         Fonz a la vista.
                             Fonz
                             Fonz
                             Fuente de los seis caños de Fonz

                            Fonz
                              Fonz
                             Fonz
                             Fonz
                             Fonz
                                        Fonz


La sierra de la Carrodilla, cuyo punto más elevado son los 1.108 metros del pico Buñero, es una estribación meridional de la cordillera pirenaica que separa la comarca oscense de la Ribagorza de los somontanos que se abren hacia el sur de la provincia altoaragonesa.

El GR-18 es un largo sendero balizado que recorre de norte a sur –o viceversa– la comarca ribagorzana por su lado más oriental. Se inicia en el pueblo de Aneto, muy cerca de los grandes picos del Pirineo, y termina en Fonz, localidad hoy perteneciente al Cinca Medio pero muy vinculada histórica y culturalmente a Ribagorza.

Vamos a describir en estas líneas la última –o la primera, si se hace en sentido contrario– de las etapas del GR-18. Se trata de un itinerario entre las poblaciones de Aguinalíu y Fonz, que permite atravesar de norte a sur la sierra de la Carrodilla y recorrer unos caminos que han sido durante siglos lugar de paso y comunicación entre la montaña y el llano. 

Aguinalíu

Nuestro recorrido comienza en Aguinalíu (646 m.), una pequeña localidad ribagorzana del municipio de Graus, hasta la que se llega por una estrecha carretera local que se puede tomar en un desvío de la N-123, poco después de pasar la presa de Barasona en dirección a Benabarre. Desde Graus, el desvío se toma en la N-123a, poco antes de llegar a Pueyo de Marguillén. Aguinalíu, cuyo topónimo significa etimológicamente “nido de águilas”, cuenta hoy con pocos habitantes y una parte de su caserío en ruinas, pero ha tenido históricamente una considerable importancia por sus antiguas salinas y como estratégico lugar de paso. En la zona más alta del pueblo se halla la iglesia parroquial de San Martín, de origen románico aunque muy modificada posteriormente. En la parte baja, se encuentra la pequeña capilla del Santo Cristo, propiedad de la casa Huguet. Ambas iglesias, como otras de la comarca, con la de San Julián de Juseu a la cabeza, poseen interesantes yeserías mudéjares del siglo XVII.

A la salida de Aguinalíu en dirección a la sierra, encontraremos las tablillas indicadoras del GR-18, que viene procedente de Juseu y pasa junto a la balsa de las viejas salinas. Seguir las marcas rojiblancas de este sendero exigirá nuestra máxima atención, pues se encuentran borradas en algunos puntos cruciales del camino. Desde Aguinaliu hasta la cima de Buñero tenemos, siempre por cómoda pista de tierra, una distancia de ocho kilómetros. Aproximadamente a mitad de este recorrido, en la partida denominada Las Frechinas, el GR-18 se encuentra con el GR-45 procedente de Olvena. Ambos senderos coinciden hasta el santuario de la Carrodilla, en que vuelven a separarse. Al cabo de algo más de dos horas desde nuestra salida, llegaremos a Buñero (1.108 m.), fácilmente identificable por las numerosas antenas que hay en su cima. Este es el punto más alto de nuestro recorrido y desde allí se contemplan amplias vistas del llano y de la montaña.

El santuario

Para tomar el camino de bajada desde Buñero hacia el santuario de la Carrodilla, hay que seguir una pista, a nuestra derecha desde la posición de subida, y desviarse a los pocos metros por un sendero a nuestra izquierda que, a falta de otra señal, suele estar indicado con un mojón de piedras. Descendiendo una media hora por un bonito camino de herradura entre bosque de pinos y carrascas, llegaremos a otra pista que procedente de Estadilla nos conduce en apenas cinco minutos al santuario de la Carrodilla. Justo antes de llegar al recinto religioso, a la izquierda de la pista, hay un borroso panel que nos indica un sendero que en menos de media hora nos llevará a los abrigos conocidos como el Forau del Cocho. Son dos pequeñas oquedades que contienen algunas interesantes pinturas rupestres. Si se dispone de tiempo, merece la pena acercarse a visitarlas.

El santuario de la Virgen de la Carrodilla, además de una iglesia con presencia de sucesivos estilos arquitectónicos, alberga diversas dependencias como una antigua vivienda, caballerizas, pórticos o un pozo de donde se extraía agua. Su origen se remonta probablemente a la época medieval y sus dimensiones dan idea de su importancia histórica como lugar de paso y confluencia de caminos. Perteneciente al municipio de Estadilla, los habitantes de esta población se acercan allí todos los años en romería el Viernes de Dolor, previo a la Semana Santa.

Hasta Fonz

Desde detrás del santuario, y a nuestra izquierda si miramos hacia el sur, sale una vieja pista, en la que no es fácil ver las marcas rojiblancas, que desemboca en pocos minutos en otra en mejor estado que desciende también en dirección a Estadilla. Al cabo de pocos minutos, dejaremos a nuestra derecha la fuente de la Mentirosa, muy cerca de la cual ha sido restaurado recientemente un pozo de hielo (“pozo de chelo”). Pocos metros después de pasar la fuente, hay que salirse de la pista principal y tomar un camino a la izquierda. En este punto las marcas se han borrado y no hay poste indicador, por lo que hay que estar muy atento para no pasar de largo. Tomado el camino correcto, seguiremos una pista que nos lleva al barranco Santacún. Cruzado este, iniciaremos una subida por un sendero que discurre entre carrascas y nos lleva a la Cruceta de Alins. A partir de este punto, donde confluyen los límites de los municipios de Estadilla, Azanuy-Alins y Fonz, el camino está perfectamente señalizado, con marcas recientes y muy claras en todos los cruces de caminos.

Desde el santuario de la Carrodilla hasta la Cruceta de Alins hemos tardado algo menos de hora y media y aproximadamente lo mismo nos queda desde aquí a Fonz. Primero descendemos por un sendero entre bosque de carrascas, bojs y algunos pinos. Al cabo de una media hora, salimos a una pista. Hacia la izquierda parte el GR-23 que lleva a Alins del Monte y Calasanz, ya en La Litera; hacia la derecha, sigue el GR-18 hacia Fonz. Pasaremos junto a la Torre Balero y la basa de Fechina y atravesaremos el valle de Palau entre olivos y campos de labor. Llegaremos después a un cruce de caminos que seguiremos de frente. Si tomáramos el de la derecha llegaríamos en cinco minutos al llamado Balcón del Cinca, un área recreativa con merendero y amplias vistas del valle de este río. El GR-18 toma enseguida un viejo camino empedrado que discurre entre campos de centenarios olivos. Al fondo ya divisamos Fonz y la torre de su iglesia. Al llegar a un panel informativo sobre los senderos del municipio, el GR-18 continúa por la izquierda hasta el polideportivo de esta localidad donde termina su itinerario. Si en vez de seguir hasta allí tomamos a nuestra derecha la calle de San José, tras pasar por el portal de Codera, llegaremos a la Plaza Mayor y su llamativa fuente de seis caños. Una detenida visita a la villa de Fonz (471 m.) y sus magníficos palacios renacentistas es el mejor broche a nuestra larga caminata.

Datos técnicos:                                                                              
Distancia. 20,200 Km.
Tiempo: 6 horas aprox. (sin paradas).



Carlos Bravo Suárez
(Centro Excursionista de la Ribagorza)

Artículo publicado hoy en el suplemento “Aragón, un país de montañas”, de Heraldo de Aragón

domingo, 15 de febrero de 2015

FELICES LOS FELICES

     
“Felices los felices”. Yasmina Reza. Anagrama. 2014. 192 páginas.   

Yasmina Reza (París, 1959) es una destacada escritora francesa de origen judío. De padre ruso-iraní y madre húngara, comenzó en el mundo artístico como actriz y pasó después a escribir varias obras teatrales por las que ha recibido importantes premios en el país vecino, incluido el Gran Premio del Teatro de la Academia Francesa del año 2000 en reconocimiento a toda su carrera como dramaturga. Tras una década sin escribir teatro, regresó en 2007 con “Un dios salvaje”, que fue adaptada al cine en 2011 por Roman Polanski, para quien había traducido anteriormente “La metamorfosis” de Kafka. “Felices los felices”, publicada recientemente en nuestro país por Anagrama, es su séptima novela.
            
“Felices los felices” es una obra coral dividida en dieciocho capítulos en los que otros tantos personajes, que al principio parecen no tener nada en común, cuentan en primera persona un episodio de su vida que, aunque en algún caso aparenta ser banal, siempre acaba resultando significativo. A la manera de la película “Vidas cruzadas”, de Robert Altman, las existencias de estos dieciocho personajes se van entrelazando componiendo una compleja telaraña de relaciones vitales. Una cita de Borges (“Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor. Felices los felices”) sirve de arranque a esta polifonía de voces y sentimientos dispares. Como reza la contraportada de la edición española, se trata de un conjunto de relaciones extramatrimoniales, tendencias sadomasoquistas, insatisfacciones sexuales y fantasías consumadas, rupturas, decepciones, y, también, algunos finales felices.

La abundante presencia de relaciones extraconyugales hace que la novela se pueda interpretar en buena medida como una clara y explícita crítica a la pareja tradicional y al matrimonio. Algo que la autora ha manifestado claramente en alguna entrevista reciente, en la que llega a afirmar que “el matrimonio es una construcción perfecta para la práctica del adulterio”. Pero no sólo hay relaciones adúlteras en “Felices los felices”, hay personajes esclavos de su situación social, mujeres a las que les gusta sentirse dominadas, un homosexual que sólo tiene sexo pagando por él, una anciana que implora a su padre muerto para que desde el más allá le conceda una persona que la acompañe en sus paseos por el campo, un jugador de cartas compulsivo que en un arrebato colérico llega a comerse un naipe, un joven que enloquece porque se cree Céline Dion, una mujer que sufre alzhéimer, algunas parejas y varios padres e hijos que discuten por cualquier nimiedad, y también la siniestra presencia de la muerte y las discrepancias sobre la conveniencia o no de la incineración de los cadáveres después de que esta llegue. En su mayoría son seres heridos, desolados, casi siempre solos en el fondo, que buscan la felicidad por diversos y tortuosos caminos y no siempre la hallan.

Yasmina Reza es atrevida y políticamente incorrecta. Desbarata tópicos y no cree demasiado en los sentimientos como camino a la felicidad. Uno de los personajes de la novela afirma que “es una estupidez pensar que el sentimiento acerca, por el contrario, consagra la distancia entre las personas”. Tampoco, por otro lado, prescindir de ellos evita la desdicha y la soledad, aunque tal vez las atempera. En resumen, una novela áspera y amarga, aunque no exenta para nada de ironía, que por momentos parece rozar el existencialismo y que, si no pude decirse que lo abraza por completo, se mueve casi siempre en las antípodas de cualquier romanticismo más o menos edulcorado.

Carlos Bravo Suárez
                                                                                                                           

domingo, 8 de febrero de 2015

LA SANGRE DE LOS LIBROS



“La sangre de los libros”. Santiago Posteguillo. Planeta. 2014. 224 páginas.

Además de filólogo, lingüista y profesor de literatura inglesa en la Universidad Jaume I de Castellón, Santiago Posteguillo (Valencia, 1967) es un prolífico escritor que en los últimos años ha alcanzado una merecida fama por sus largas y documentadas novelas ambientadas en la antigua Roma. Primero fue la Trilogía sobre Escipión el Africano y después la Trilogía de Adriano, de la que se han editado los dos primeros títulos: “Las asesinos del emperador” y “Circo Máximo”. Posteguillo es también autor del libro “La noche en que Frankenstein leyó El Quijote”, un ensayo donde en forma de relatos breves el autor repasa algunos de los acontecimientos y enigmas más significativos de la literatura universal. En esta misma línea de combinar el relato breve y el ensayo para contar diversos e interesantes episodios vividos por algunos de los mejores escritores a lo largo de la historia, se inscribe su última obra titulada “La sangre de los libros”.

Desde la Roma clásica hasta prácticamente nuestros días, “La sangre de los libros” hace un largo recorrido por anécdotas y vivencias de importantes escritores de diferentes lenguas, culturas y tradiciones literarias. La portada  del libro, que muestra a dos hombres a punto de batirse en un duelo a pistola en medio de un paisaje nevado y frío, nos remite a uno de los episodios relatados en sus páginas: el duelo entre Alexander Pushkin, que había sobrevivido a veintinueve duelos previos, y un oficial francés que insistía en cortejar a la mujer del calderoniano escritor ruso. Volveremos a encontrar a ese duelista militar francés en otra de las treinta historias relatadas en el libro. Consiste este en un paseo alternativo por la historia de la literatura universal que nos lleva desde Cicerón a Asimov pasando por Virgilio, Séneca, Petrarca, Dante, Boccaccio, Gutenberg, Lope de Vega, Calderón, Quevedo, Shelley, Coleridge, Espronceda, Bécquer, Víctor Hugo, Balzac, el citado Pushkin, Charlotte Brontë, Poe, Emily Dickinson, Stevenson, Bram Stoker, D.H. Lawrence, Salgari, Pessoa, Blasco Ibáñez. Robert Graves, Agatha Christie, Dionisio Ridruejo, Elías Canetti, Ángeles Mastretta o, la tal vez menos conocida, Justine Larbalestier. Un largo recorrido ameno y pedagógico, en el que se recrean diferentes y variadas anécdotas y sucesos vividos por el completo elenco de escritores citados. 

Un viaje en el tiempo en el que se aprenden cosas como que el aparentemente serio y piadoso Calderón de la Barca fue capaz de violar por venganza en su juventud el sagrado recinto de un convento de clausura madrileño, que el cordobés Séneca ostenta el record insuperable de haber sido condenado a muerte por tres emperadores romanos diferentes, que Francesco de Petrarca salvó un bello texto de Cicerón de ser quemado para encender el fuego en un monasterio de Lieja, o que Agatha Christie fue protagonista ella misma de un episodio de intriga y misterio propio de sus mejores novelas. En esas historias breves, escritas en tono novelado, siempre con elegancia y con ocasional ironía, el autor juega también a las adivinanzas para poner a prueba los conocimientos del lector en materia de cultura literaria, y no desvela el nombre del escritor u obra a que se refiere hasta bien avanzado el relato en que aparecen.

Santiago Posteguillo no sólo es autor de largas novelas históricas ambientadas en la Roma clásica, también escribe divertidos libros más breves como “La noche en que Frankenstein leyó El Quijote” o esta “La sangre de los libros”, donde, de manera muy entretenida y amena, nos hace partícipes de su vasto conocimiento de la literatura universal.

Carlos Bravo Suárez

viernes, 6 de febrero de 2015

LA CONSPIRACIÓN PERMANENTE

Las declaraciones del presidente del F.C Barcelona, Josep Maria Bartomeu, tras ser imputado por el juez Ruz en el caso Neymar son un ejemplo más, y seguro que no será el último, del recurso cliché que utilizan ciertos sectores de la sociedad catalana en cuanto son investigados por posibles irregularidades o mala gestión. La respuesta automática es considerar que todo es un ataque orquestado desde el pérfido Madrid, una conspiración del gobierno central, un ataque a Cataluña. Lo hemos visto en repetidas ocasiones desde que Jordi Pujol se envolviera en la senyera y saliera de rositas en el caso Banca Catalana. A pesar de su cansina reiteración, es ésta una respuesta que siempre encuentra un considerable apoyo en una sociedad en buena medida educada en un maniqueísmo enfermizo y algo paranoico, que suele achacar todos los males propios a los ataques conspiratorios de un supuesto enemigo exterior.

Carlos Bravo Suárez

Carta publicada hoy en los diarios El País y El Mundo.



domingo, 1 de febrero de 2015

EL LIBRO DE LOS VICIOS


“El libro de los vicios”. Adam Soboczynsky. Anagrama. 2013.168 páginas.

Adam Soboczynski (1975) es un escritor y analista cultural polaco afincado en Alemania que, además de numerosos artículos, ha publicado tres libros de gran éxito en el país germánico. Dos de ellos han sido traducidos en los últimos años al español: “El arte de no decir la verdad” y “El libro de los vicios”, cuyo título original en alemán equivaldría a “Tiempos brillantes. Casi una novela”.

“El libro de los vicios” es una mezcla de ensayo y narración donde el autor, siempre en primera persona, critica con acidez e ironía algunos aspectos de las actuales sociedades modernas europeas. El libro se  estructura de una manera original en 29 capítulos breves, en los que se combinan la reflexión crítica con algunos elementos narrativos de menor extensión. En las anécdotas y pequeñas historias contadas, se incluyen varios personajes que reaparecen a lo largo de los capítulos y casi nunca son designados con su nombre de pila, sino por expresiones como “un amigo que se dedica con éxito a algo relacionado con la cultura” u otras de ese estilo.

Centro de las críticas de Soboczynski son los nuevos convencionalismos sociales que hacen, por ejemplo, que las ciudades europeas sean hoy como clones, en los que todo es previsible, repetido y monótono, y donde el encuentro con lo inesperado resulte más que improbable. Así, en el segundo capítulo, “Amabilidad”, el autor cuenta que en una reciente visita a Barcelona, donde años atrás vivió una experiencia sorprendente, “si no hubiera sido por el calor y las impertinencias arquitectónicas de Antonio Gaudí, habríamos podido creer que no habíamos viajado”. “Los tranvías tenían la misma línea elegante que en nuestra ciudad, en las cafeterías proliferaban los profesionales autónomos con gafas de pasta gruesa sentados frente a portátiles y lectores electrónicos, recorriendo las pantallas con el dedo índice con aire misterioso y mágico. Desde el taxi que tomamos en el aeropuerto divisamos el logotipo de una tienda de muebles que nos resultó de lo más familiar. Las pequeñas tarjetas de plástico blancas que han reemplazado a las llaves de los hoteles eran exactamente iguales a las de Frankfurt, incluso las tazas de váter y los cuadros de mando del baño eran de la misma marca que los de mi casa”.

En todas partes impera la misma amabilidad impostada y falsa que identifica al viajero con el cliente. Todos los lugares se muestran abundantemente iluminados, con fachadas acristaladas que exponen a todo el mundo a la vista, sin dejar espacio a las viejas oscuridades más sugerentes y encubridoras de defectos. Si antes era fácil conocer la marca de los coches, hoy, la dictadura de la moda aerodinámica hace que todos los modelos parezcan iguales. En todas partes encontramos gentes de cualquier edad y condición que corren o hacen jogging por las aceras exponiendo impúdicos sus sudorosas carnes. Víctimas de los cánones estéticos y esclavos de una férrea autodisciplina ascética, los europeos de hoy deben controlar desde la borrachera, la alimentación y el tabaco hasta la manifestación en público del enfado o la cólera. Si el libro se titula “de los vicios” es porque, según Soboczynski, estos están siendo desterrados de la modernidad en aras de un ascetismo tiránico y absurdo.

Así vemos a ese pobre amigo del autor acomplejado por ser un hombre peludo en una época en que los varones se depilan. O a esa otra amiga que en su paroxismo antitabaco agrede a un invitado a la inauguración de su piso porque osa encender en él un cigarrillo. Una sociedad en la que, en términos metafóricos, lo pornográfico predomina sobre lo erótico. Dice el autor que “hoy en día tenemos libertades de forma superficial, ya que nunca en la historia habían existido tantas normas y tantas leyes" que todo lo regulasen.

Se podrá estar más o menos de acuerdo con las muchas críticas que vierte Soboczynski en este “Libro de los vicios”, pero desde luego las formula con elegante ironía, exquisito ingenio y un impecable y brillante estilo literario.

Carlos Bravo Suárez