domingo, 26 de abril de 2015

GRAMÁTICA Y POLÍTICA

La reincidencia en el Congreso de los Diputados en el uso de la expresión “miembros y miembras” es una consecuencia directa de la ridícula y absurda manía de utilizar continuamente el masculino y el femenino debido a una errónea interpretación políticamente correcta del lenguaje y la gramática, muy presente sobre todo en los partidos supuestamente más progresistas del arco parlamentario.

 No es ese el único error gramatical frecuente en el habla actual de los políticos. Se escucha con frecuencia el “habían” en vez del correcto “había” (“Habían muchas persona” en vez de “Había muchas personas”); el “dequeísmo” de hace unos años se ha convertido en una equivocada ultracorrección gramatical que destierra del habla el “de que” incluso cuando se hace necesario (“Tengo la impresión de que las cosas mejoran” y no “Tengo la impresión que las cosas mejoran”); e incluso el presidente del Gobierno suele saltarse la concordancia de número obligada cuando dice “Le quiero decir a los españoles” en lugar de “Les quiero decir a los españoles”.

Estos son solo algunos ejemplos que vienen a demostrar que la gramática y la sintaxis se llevan cada vez peor con la política.

Texto íntegro de la carta que hoy publica el diario "El País" y ayer publicó "El Mundo".




jueves, 23 de abril de 2015

DE SANTALIESTRA A LA COLLADA DE PANO






















                                                       
El PR HU-49 es uno de los más largos senderos de pequeño recorrido que discurren por la comarca de la Ribagorza. Un total de 38 Km que, de este a oeste, nos llevan desde la Casa Pelegrín de Güel, donde confluye con el GR-18.1, hasta la Collada de Pano, donde se encuentra con el GR-1 o Sendero Histórico.

En su primera parte, el PR HU-49, en la actualidad no muy bien señalizado en muchos de sus tramos, transita por lugares ribagorzanos tan interesantes como Fantova, La Puebla de Fantova, Centenera, Casa Castellblanc o La Corona. Pero es la segunda mitad del recorrido, la que lleva desde Santaliestra hasta la Collada de Pano, la que vamos a describir en estas líneas. Un itinerario de unos 17 Km que discurren siempre en dirección suroeste y, salvo en su inicio, por la margen derecha del río Ésera. La excursión, andando sin prisas y sin contar las paradas, viene a costar unas cinco horas. Si la hacemos en sentido contrario, tendremos más bajada que subida y el tiempo invertido será, por tanto, algo menor.

Iniciaremos el recorrido aquí propuesto en Santaliestra, una pequeña y acogedora población ribagorzana situada a quince kilómetros de Graus por la carretera A-139 que lleva al valle de Benasque. Atravesaremos el pueblo en su parte baja en dirección al río Ésera. Las tablillas indicadoras del PR HU-49 nos llevan por un camino de cemento hasta la fuente de la localidad, situada junto a la orilla del río. Se trata de un paraje refrescante y húmedo, con una agradable sombra muy de agradecer en los días de calor. El lugar fue acondicionado no hace mucho y en él se instalaron varias mesas de madera y paneles explicativos sobre el antiguo lavadero, situado junto a la fuente, y el singular puente de tablas que enseguida vamos a atravesar. Se trata de un puente colgante, o palanca, construido con maderas y sirgas, aprovechando las pilonas que quedaron de un puente anterior que se hundió casi inmediatamente después de su construcción.

El camino continúa, en este tramo siempre bien señalizado y sin posibilidad de pérdida, por la margen derecha del río Ésera. Es una pista agrícola muy apropiada para recorrer andando o en bicicleta de montaña, sobre todo en los agradables días de la primavera. Discurre entre campos de labor, con la sierra siempre a nuestra derecha y las azuladas aguas del Ésera a nuestra izquierda. Desde Santaliestra hasta Perarrúa hay poco más de cinco kilómetros. Entre ambos pueblos se encuentra la pequeña localidad de Besians, cuya Plaza Mayor atravesaremos. Un poco antes de llegar al pueblo, es muy recomendable desviarse unos metros a la izquierda para contemplar el precioso puente medieval de cuatro ojos que cruza el río Ésera. A la salida de la población en dirección a Perarrúa, se ha acondicionado recientemente un denominado camino peatonal que en corta subida lleva a La Vila, núcleo antiguo y original de Besians donde se levanta la iglesia de San Juan Bautista, con un bello ábside hace unos años restaurado y actualmente con algunos problemas de humedad que hacen temer por su futuro. Muy cerca de Besians se encuentra Perarrúa. Antes de llegar a sus primeras casas, a la derecha del camino, podemos ver la mitad de lo que fue un antiguo pozo de hielo. El pueblo, que atravesaremos de Norte a Sur, merece un detenido paseo por sus calles y su Plaza Mayor. A su salida, el PR HU-49 gira a la derecha para ascender hacia el Mon, donde en lo alto veremos los restos de su antiguo castillo medieval. Merece la pena antes de iniciar la subida, seguir unos metros hacia la izquierda y visitar el también hermoso puente medieval de Perarrúa sobre las aguas del río Ésera. Si tenemos tiempo y ganas, podemos acercarnos hasta el cementerio de la localidad, donde se encuentra la ermita románica de la Virgen de la Ribera.

El PR HU-49 sube hacia el Mon de Perarrúa por un pequeño sendero que asciende junto al barranco del Cabo de la Vila o del Mon y que, tras cruzarla ya antes en una ocasión, desemboca en la pista asfaltada que lleva al disperso caserío del Mon, apócope de Mont o Monte, término bastante frecuente en la toponimia de la zona. Una vez en la pista, el sendero balizado se desvía muy pronto hacia la izquierda. Sin embargo, si seguimos unos metros por la misma pista, encontraremos otro desvío a la derecha que nos conduce en pocos minutos a los restos de la ermita de San Clemente y del viejo castillo del Mon. Este castillo, del que sólo queda una parte de su antigua torre troncocónica de cuatro plantas, habría sido primero musulmán, el llamado Qsar Muns, y más tarde cristiano, quizás ya desde los tiempos del rey navarro Sancho el Mayor. Fue una de las fortalezas más importantes de la línea fronteriza establecida en el siglo XI, a mediados del cual está documentada su pertenencia al rey Ramiro I, y tuvo posiblemente, casi al final de esa centuria, un papel fundamental en la toma de Graus por las huestes de Sancho Ramírez. Desde esta privilegiada atalaya se contemplan unas magníficas vistas del valle del Ésera.

Visto el castillo, retornamos a la pista y al cruce antes indicado. Se inicia en este punto un tramo de sendero de gran belleza que cruza el barranco del Mon por un hermoso y rudimentario puente de un solo ojo y discurre más tarde por un espeso bosque de robles y carrascas. No tardamos mucho en salir a una pista de tierra que seguiremos por nuestra izquierda y que ha sido recientemente muy bien acondicionada hasta la localidad despoblada de Arrués (Argüés en el habla de la zona). El pueblo, bastante disperso y con la iglesia en su parte más alta, queda a la derecha de nuestro camino, que continúa por pista pero ya no en tan buen estado.

 Al cabo de aproximadamente una hora, el camino desemboca en Ejep, o Ixep, pequeña localidad habitada hasta la que llega una estrecha carretera. Tras atravesar el escaso caserío y pasar junto a su iglesia parroquial, tomaremos otra pista de tierra que nos conduce en dirección al templo budista Dag Shang Kagyü, conocido más popularmente en la zona como el templo de Panillo. Antes de llegar a este lugar, y tras dejar a nuestra izquierda la casa Sosas, debemos tomar un sendero a nuestra derecha que pasa junto a una llamativa y exótica construcción de estilo tibetano y asciende hasta la Collada de Pano, donde se encuentra con la carretera HU-V-6441 que une Graus con Tierrantona. En este punto, el PR HU49 confluye también con el GR-1 o Sendero Histórico y termina aquí su recorrido, cuyos 17 últimos kilómetros hemos descrito en estas líneas.

Datos prácticos:

Distancia: 17 km.
Duración: 5 horas aproximadamente sin contar paradas.
Desniveles: Santaliestra (561 m.) – Besians (615 m.) – Perarrúa (513 m.) – El Mon (700 m.) – Ejep (740 m.) – Collada de Pano (955 m.)
Desnivel positivo: 615 m.
Desnivel negativo:  215 m.


Carlos Bravo Suárez

(Artículo publicado hoy en el suplemento "Aragón, un país de montañas", de Heraldo de Aragón)

FOTOS: Rincón de Santaliestra, fuente de Santaliestra junto al río, puente colgante de Santaliestra (dos fotos), puente de Besians, la Vila de Besians (dos fotos), panorámica de Besians, Perarrúa (dos fotos), ermita de la Ribera de Perarrúa, Castillo del Mon de Perarrúa (tres fotos), Perarrúa desde el Mon, puente sobre el barranco del Mon, tramo del sendero por el Mon de Perarrúa, iglesia de Arrués, iglesia de Ejep, panorámica de Ejep, casa tibetana junto al tramo final del sendero y ermita de la Virgen de la Collada de Pano. Como puede observarse, las fotos están hechas en muy diferentes momentos del año.


domingo, 19 de abril de 2015

PISTA NEGRA

                                             
   
“Pista negra”. Antonio Manzini. Salamandra Black. 2015. 152 páginas.

“Pista negra” es la primera novela de Antonio Manzini (Roma, 1964) que se publica en nuestro país. Actor y director de cine y de teatro además de escritor, Manzini había publicado antes un par de narraciones largas y algunos relatos breves, varios de ellos escritos conjuntamente con Niccolò Ammaniti, de quien hemos reseñado en esta sección las novelas “Que empiece la fiesta” (Anagrama, 2011) y “Tú y yo” (Anagrama, 2012). “Pista negra” ha tenido un gran éxito de crítica y ventas en Italia y ha sido traducida a varios idiomas. Es la primera novela de una serie protagonizada por el subjefe Rocco Schiavone, un policía romano de inteligencia y eficacia holmesianas, pero de métodos poco ortodoxos y dobles comportamientos no siempre ajustados a la ética y la integridad profesionales.

“Pista negra” transcurre en Champoluc, un pequeño pueblo situado junto a una estación de esquí del valle de Aosta, en los Alpes italianos. En una pista secundaria que sirve como atajo, aparece un cadáver aplastado por una máquina pisanieves. El subjefe Rocco Schiavone será el encargado de investigar el caso. Schiavone ha sido destinado recientemente a Aosta desde Roma como castigo por algún asunto turbio en su expediente. Acostumbrado a la buena vida y cabreado por tener que abandonar su comodidad y sus zapatos Clarcks, debe comprarse botas y adaptarse al frío y a las incomodidades de la montaña. Sin embargo, su perspicacia y capacidad observadora pronto le situarán sobre las pistas a seguir para resolver y aclarar el caso.

El subjefe, que no comisario como algunos se empeñan en seguir llamándolo, es sin duda el principal personaje de la novela. Tiene un pasado  enigmático y oscuro y el sueldo de policía no parece ser suficiente para colmar su gusto por las mujeres, las prostitutas, los buenos restaurantes, lo caro y la buena vida en general. No obstante, Schiavone muestra un gran conocimiento de la naturaleza y las debilidades humanas, una enorme ironía y una sinceridad tan directa que a veces puede parecer casi brutal. Pronto irá sacando conclusiones sobre los diferentes personajes, tanto masculinos –a los que compara siempre con algún animal– como femeninos, que tenían relación con el asesinado. De manera deductiva y tranquila, y con la ayuda de la policía científica y de un buen forense, irá desentrañando las causas de la misteriosa muerte ocurrida en un pequeño pueblo de montaña en el que todos se conocen y casi todos son parientes.

El libro se divide en cinco partes que coinciden con cinco días de la semana y está narrado en tercera persona por un narrador externo y omnisciente, aunque en algunos momentos el propio Schiavone, en primera persona, introduce breves pasajes que muestran algunos aspectos más íntimos y complejos de su personalidad.

Antonio Manzini y su personaje Rocco Schiavone vienen a sumarse a la actual novela negra italiana, cuyo máximo representante es Andrea Camilleri y su famoso comisario Montalbano. En “Pista negra”, Manzini sólo apunta algunos rasgos del turbio pasado de su protagonista. Se supone que en próximas entregas de la serie, además de verle resolver nuevos casos, los lectores iremos conociendo más aspectos del pasado profesional y familiar de Schiavone y de las causas de su peculiar carácter nostálgico, desencantado y fácilmente irritable. Es de desear, por tanto, que no tengamos que esperar demasiado para conocer mejor al que, en el fajín promocional de la edición española del libro, se denomina como un nuevo y singular héroe de la novela negra italiana.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 12 de abril de 2015

EL OSCURO RELIEVE DEL TIEMPO

                           
                                         
“El oscuro relieve del tiempo”. Iván Teruel. Edicions Cal·ligraf. 2015. 184 páginas.

Iván Teruel (Girona, 1980) había publicado una edición crítica de la “Historia Oriental de las Peregrinaciones”, del viajero portugués Fernao Mendes Pinto, editada por Almuzara en 2009, y el ensayo “El Perú escindido: antagonismo estético e ideológico entre Arguedas y Vargas Llosa” (2009). Algunos relatos suyos han obtenido algunos premios literarios y han aparecido en diversas antologías como “Tiempo de relatos” (2009), “Mar de pirañas” (2012), “De antología” (2013) o “La carne despierta” (2013). Ahora, acaba de publicar “El oscuro relieve del tiempo”, su primera colección de relatos en solitario en la editorial ampurdanesa Cal·ligraf.

“El oscuro relieve del tiempo” es un conjunto de más de setenta relatos breves, muchos de menos de una página y algunos algo más largos, que se distribuyen en cuatro partes tituladas “Anatomía del dolor”, “Arqueología del universo”, “Topografía del horror” y “Cartografía de la derrota”. Escritos en una prosa bien construida y elegante, estos relatos muestran situaciones inverosímiles, a veces absurdas y disparatadas, en todos los casos llenos de inventiva e imaginación. Se presentan comportamientos y actitudes en las que los humanos son vistos desde fuera por un narrador observador externo, como si los personajes de los cuentos, casi siempre anónimos, fueran insectos estudiados por un entomólogo o extraños terrícolas contemplados con curiosidad y extrañeza por algún observador venido de otro planeta. Se utiliza un lenguaje frío y distante, pero en absoluto exento de poesía o de un extraño lirismo. Se crean atmósferas tensas y opresivas y se presenta un mundo regido por el azar más caprichoso, en el que entre una u otra decisión, una u otra carretera o un segundo antes o después, puede cambiar por completo el destino de una persona. Se dibujan seres contradictorios con comportamientos antitéticos en el mismo individuo, intentando plasmar desde la literatura y la metáfora la complejidad incomprensible y extraña del ser humano. Y el paso irreversible del tiempo que todo lo destroza y que acaba obligando a la aceptación del no temer a los espejos que nos devuelven una imagen nuestra cada vez más envejecida.

El libro está ilustrado por los sugerentes dibujos en blanco y negro de la ilustradora Mercè Riba (Barcelona, 1952), licenciada en pintura y escultura y que, sobre todo en esta última disciplina, ha desarrollado una importante obra de carácter intimista y personal dentro de la corriente escultórica figurativa expresionista. En este libro realiza una serie de dibujos de tono surrealista y tenebroso, que representan unos extraños y oníricos mundos de fantasía en consonancia con la temática de los relatos.

Iván Teruel es un escritor de fuste, bien dotado literariamente en el contenido y en la forma para el relato breve, que maneja con soltura y logrado equilibrio la imaginación creativa y las técnicas y los recursos estilísticos adecuados. Los cuentos de “El oscuro relieve del tiempo” se disfrutan y se leen con interés, y hacen pensar que constituyen sólo el inicio de una prometedora carrera literaria.

Carlos Bravo Suárez

            

domingo, 5 de abril de 2015

NO HAY CUERVOS


             “No hay cuervos”. John Hart. Editorial Pàmies. 2014. 448 páginas.
            
“No hay cuervos” ha sido otra de las gratas sorpresas entre mis lecturas más recientes. Una acertadísima elección de la pequeña y selectiva editorial  Pàmies que nos ha dado a conocer una espléndida novela de un escritor hasta ahora completamente desconocido por estos lares: John Hart  (Durham, Carolina del Norte, 1965), autor de cuatro novelas de gran éxito en Estados Unidos. Dos de ellas, “Down River” y “The Last Child”, obtuvieron excepcionalmente de manera consecutiva en los años 2008 y 2009 el prestigioso premio Edgar de novela negra. Es justamente “The Last Child” la que cinco años después de su publicación original en inglés fue editada por Pàmies el pasado año en nuestro país con el título de “No hay cuervos” y magnífica traducción de Cristina Alegría. Esperemos que tanto las dos anteriores como la posterior “Iron House” (2011) sean también publicadas pronto aquí tras la buena acogida de “No hay cuervos”, hasta ahora la única de las obras de John Hart que ha sido traducida a nuestro idioma.
           
“No hay cuervos” se desarrolla en el Condado de Raven, una zona más o menos rural del estado de Carolina del Norte. Johnny Merrimon es un niño de trece años que vive con la obsesión de encontrar a su hermana melliza Alyssa, desaparecida misteriosamente hace más de un año y a la que busca desesperadamente por el condado en el que reside, convencido de que aún puede estar viva en manos de algún secuestrador o pervertido pedófilo. Abandonados por su padre, Johnny vive con su todavía joven y hermosa madre, quien, protegida por un violento ricachón local, ha caído en el alcoholismo, el abuso de pastillas y el abandono físico y mental. También obsesionado con el caso de la desaparición de Alyssa, y secretamente enamorado de la madre del chico, está el policía Clyde Hunt, separado de su mujer y en difícil relación con el hijo adolescente que tiene a su cargo. La desaparición de otra niña del condado, la enigmática muerte por atropello de un motorista y el fugaz encuentro de Johnny con un extraño gigantón obsesionado con los cuervos y que parece saber algo sobre Alyssa ponen a su hermano y al policía Hurt de nuevo en la investigación, cada uno por su cuenta y a su manera.
            
Aunque el capítulo inicial del libro puede hacer pensar en un relato complejo y de difícil lectura, a medida que avanzamos por sus páginas la novela se hace fácilmente comprensible y va adquiriendo un ritmo endiablado, que engancha con fuerza al lector y lo envuelve en una hermosa y apasionante historia con muchas líneas argumentales y un desasosegante suspense que se mantiene hasta el final. Las más de cuatrocientas páginas del relato son devoradas una tras otra con una creciente e incontenible avidez.
            
Novela de iniciación, de abandono precipitado y forzoso de la infancia por parte del protagonista, algunos críticos han vinculado acertadamente esta obra con el clásico “Huckleberry Finn” de Mark Twain. Pero sin duda también puede relacionarse “No hay cuervos” con otras narraciones norteamericanas más contemporáneas y recientes. Especialmente, y en lo que yo conozco, con “Los huesos del invierno” y, más todavía, con “La muerte del pequeño Shug”, las dos novelas –publicadas en nuestro país el pasado año por la editorial Alba y reseñadas en su momento en esta sección– del también escritor estadounidense Daniel Woodrell. Tal vez podría decirse que Woodrell carga algo más las tintas en sus relatos sobre los aspectos más sociales y económicos para mostrar el lado más pobre y desfavorecido de la sociedad estadounidense, mientras que John Hart, sin desdeñar lo anterior, busca y consigue crear en “No hay cuervos” una historia más completa y ambiciosa desde el punto de vista de la narración y la trama novelesca. En cualquier caso, las tres novelas pueden considerarse como tres destacados ejemplos de la mejor narrativa norteamericana actual.

Carlos Bravo Suárez