jueves, 28 de abril de 2016

DEL DOLMEN DE TELLA A BIELSA POR EL GR-19.1














La excursión que va desde el dolmen de Tella hasta Bielsa por la llamada Portiella de Tella transcurre íntegramente por el sobrarbense GR-19.1. Organizada por el Centro Excursionista Ribagorza con sede en Graus, la actividad se incluye dentro del programa “Conocer Aragón por GR”, promovido por la FAM. En un principio programada para el día 8 de mayo, la existencia de nieve en la parte más alta del itinerario, que entrañaba en esas condiciones algunos riesgos, ha hecho que la excursión se aplace hasta el 29 de mayo, domingo para el que finalmente ha quedado fijada.

El recorrido andando se inicia en el dolmen de Tella, situado aproximadamente a 1.250 m. de altitud, a un kilómetro del pueblo de dicho nombre, hasta donde llega una estrecha y sinuosa carretera que asciende desde el Hospital de Tella, junto a la carretera A-138 que lleva de Aínsa a Francia por el túnel de Bielsa. El dolmen de Tella, también conocido en la zona como Losa La Campa o Piedra Vasar, es un destacado monumento megalítico que sirvió como lugar de enterramiento en época prehistórica. Desde allí, y siempre atentos a las marcas rojiblancas del GR, el camino inicia su ascenso por un bosque de pinos que se convierte más tarde en una zona algo más rocosa, abierta enseguida a amplios espacios de erizones y lajas. Poco después, divisaremos en lo alto el ancho collado que nos permitirá cambiar de vertiente. En esta zona encontraremos la llamada Fuen del Trucho, un abrevadero para el ganado que frecuenta estos espacios desde el inicio de la primavera hasta ya entrado el otoño. La Portiella de Tella, también denominada a veces en masculino como el Portiello o el Portillón de Tella, se encuentra a 2.067 m. de altitud y se enmarca entre la Pala de Montinier, a 2.593 m., y el pico La Altura, a 2.207 m. La subida desde el dolmen tiene un desnivel de 817 m. y se hace, sin apresurarse, en alrededor de tres horas.

Desde lo alto del Portiello las vistas son excepcionales. Hacia el sur, a espaldas de nuestra ascensión, el valle del Cinca, Cotiella, Punta Llerga, Peña Montañesa, Castillo Mayor o las gargantas de Escuaín excavadas por el río Yaga. A nuestro frente, hacia el norte, La Munia, Rubiñera, Punta Suelza o Punta el Cuezo.

El descenso se inicia por terreno abierto y de manera bastante pronunciada, con grandes rocas entre la tasca, hasta llegar a un prado a cuya izquierda veremos el refugio libre de Montinier. Seguiremos por un camino algo pedregoso hasta otro pequeño prado en el que se halla la borda de Musilié, desde donde el camino transita siempre por un precioso bosque, septentrional y húmedo, de pinos, abetos y algunos acebos. Ya casi al final de la bajada llegaremos al cruce con el PR-HU 137, que va desde el embalse de Pineta a Tella por el canal del Cinca, y al Mirador de Bielsa (con un par de mesas interpretativas y bancos y vallas de madera). Siguiendo por el GR-19.1, llegaremos enseguida a Bielsa (1.024 m.), a cuyo casco urbano entraremos por el sur tras cruzar un puente de madera. La bajada, con un desnivel de 1.135 m., nos habrá costado algo más de tres horas.

Datos útiles:
Desnivel+: 817 m.
Desnivel-: 1135 m.
Distancia: 12,5 km aprox.
Duración de la excursión: Unas 7 horas con paradas.
Fecha y lugar de salida: Domingo, 29 de mayo, 7.30 h. Glorieta Joaquín Costa de Graus. Desplazamiento en autobús.
Inicio de la excursión: 9 h. aprox.
Precio: Socios CER 15€; no socios 18€. Seguro de excursión obligatorio para los no federados: 2,5€. El pago puede efectuarse en el autobús al inicio de la excursión.
Inscripción: E-mail centro.excursionista.ribagorza@hotmail.com o teléfonos 696 86 73 42 (Carlos) o 667 20 97 74 (Ana). Plazo máximo: jueves 26 de mayo a las 21 h.


Carlos Bravo Suárez
(Centro Excursionista Ribagorza)

Artículo publicado hoy en el suplemento "Aragón, un país de montañas", de Heraldo de Aragón.

Fotos por orden de itinerario, tomadas el 10 de octubre de 2015.

domingo, 24 de abril de 2016

EL NADADOR EN EL MAR SECRETO


El nadador en el mar secreto”. William Kotzwinkle. Navona. 2014. 96 páginas.

William Kotzwinkle (Scranton, Pensilvania, 1944) es un destacado escritor estadounidense dedicado al género de terror y a los libros infantiles, consagrado y bastante premiado en su país. En un proceso a la inversa de lo habitual, convirtió en novela el guión de la película “E.T. El Extraterrestre” y escribió también, entre otros, el guión de una de las partes de “Pesadilla en Elm Street”.

En 1975, Kotzwinkle vivió una experiencia trágica: su primer hijo murió al nacer. Inmediatamente después de enterrarlo, se puso a escribir un relato breve e intenso en el que, en tercera persona y en forma de novela, contaba aquella experiencia traumática. "Fue un acto de desesperación. Escribí ese libro con lágrimas en los ojos desde la primera a la última página". Kotzwinkle envió el relato a una revista que se lo publicó y logró bastante éxito. La novela obtuvo algunos premios, pero su autor siguió dedicándose a la literatura infantil y de terror. A pesar de alguna modesta reedición, “El nadador en el mar secreto” cayó en el olvido hasta que en 2012 el novelista británico Ian MacEwan citó esta pequeña gran obra en su novela de espías “Tom y Serena”. Siempre discrepantes entre sí, la novela de William Kotzwinkle era la única en la que el gusto de los dos protagonistas coincidía. Esta referencia supuso una promoción gratuita e inesperada del libro de Kotzwinkle que, debido a su demanda, volvió a ser editado y obtuvo un éxito considerable. En España, traducido por Enrique de Hériz, fue publicado a finales de 2014 por la editorial Navona para iniciar su colección de tapa dura “Los ineludibles”, de la que solo aparecen cuatro títulos al año coincidiendo con cada una de las estaciones.

“El nadador en el mar secreto” es una novela corta, que no llega a las cien páginas. Sus dos protagonistas, y casi únicos personajes, son Laski y Diane. Ambos son artistas y viven en el lejano norte canadiense, en una solitaria cabaña en el bosque. El relato está narrado en tercera persona, pero siempre desde la perspectiva de Laski, Comienza en los últimos días del año, en el crudo invierno, cuando en plena noche Diane acaba de romper aguas. Laski podrá poner en marcha su vieja camioneta y, conduciendo por espesos bosques y silenciosas carreteras nevadas, llevar a su mujer hasta el hospital más próximo, situado a 50 km de distancia. Cuando todo parece marchar bien, el bebé muere en el parto y la pareja debe volver a su cabaña, cerca de la cual vive el viejo y solitario Ben.

“El nadador en el mar secreto”, cuyo poético título original se ha mantenido en la edición española, es un relato breve precioso y conmovedor. Un texto escrito sin sentimentalismo innecesario, sobrio y contenido, pero que desborda lirismo y poesía. Una balada triste sobre el nacimiento y la muerte, el principio y el fin unidos por un cordón que trágicamente se rompe. Dos seres unidos en la búsqueda y la concepción de una nueva vida y juntos también tras su dolorosa pérdida. Un viaje de ida y vuelta, entre inmensos bosques y paisajes nevados. Una soledad compartida. Una fusión con la tierra y la naturaleza. Pura poesía triste. Dolor y belleza. El ciclo de la vida en un minuto. El sentimiento trágico de la vida y la muerte.

William Kotzwinkle no necesita adornar con aderezos superfluos su breve y desnuda historia. No hay artificio verbal alguno en ella. Él mismo ha explicado ese proceso: "Yo era capaz de evitar todas estas trampas porque sólo tenía que escribir lo que pasó de la mejor manera que sabía, y eso implicaba utilizar una prosa sencilla y clara". El texto tiene las descripciones precisas y los diálogos justos. Las escritura parece fluir de la experiencia. Una vivencia dolorosa que nunca va a olvidarse, pero en la que queda la esperanza de otro intento.

“El nadador en el mar secreto” es literatura que nace de la vida y de la muerte. Un libro escrito de un tirón, para expulsar el dolor en lo posible y convertirlo en poesía. Aunque el dolor permanezca siempre, porque toda pérdida es única e irrecuperable.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 17 de abril de 2016

LA ZONA DE INTERÉS

            
               “La zona de interés”. Martin Amis. Anagrama. 2015. 320 páginas.

Martin Amis (Swansea, Reino Unido, 1949) es uno de los más importantes escritores británicos y europeos actuales. Es autor de catorce novelas y cada una de sus nuevas narraciones es esperada con expectación y recibida casi siempre con cierta polémica. Así ha ocurrido de nuevo con la publicación de “La zona de interés”, su novela más reciente, que aborda el tema del Holocausto nazi. Algunas editoriales europeas se negaron a publicar el libro por entender que tal vez trataba el asunto de manera poco adecuada. En España, “La zona de interés” ha sido editado como siempre por Anagrama, con una magnífica traducción de Jesús Zulaika.

Lo más llamativo y sorprendente de “La zona de interés” es que Martín Amis reflexiona aquí sobre el tema del horror nazi con una inusual mezcla de realismo social y sarcasmo. Pero sin caer en absoluto en un tratamiento frívolo o banal del Holocausto. Todo lo contrario, el sarcasmo es aquí sinónimo de un tipo de ironía que no busca sino ridiculizar y rechazar aquello sobre lo que se ironiza. En mi opinión, “La zona de interés” es una magnífica novela que combina con acierto algunos elementos de comedia negra con un claro fondo de denuncia de un horror que se convirtió en cotidiano, un “extermino productivo”, planificado con métodos industriales, que utilizaba como fuerza de trabajo esclava a los judíos deportados, antes de acabar con sus vidas en las cámaras de gas.

“La zona de interés” transcurre en Buna-Werke, una fábrica de caucho sintético explotada por la empresa IG Farben para usos militares, que formaba parte del campo de concentración de Auschwitz y en la que entre 1941 y 1944 murieron 35.000 personas. El relato transcurre principalmente en los años 1942 y 1943, con un salto posterior al final de la guerra, y está narrado a tres voces. Uno de los narradores es Golo Thomsen, un joven y seductor oficial alemán que goza de protección por ser sobrino del secretario personal de Hitler. Thomsen vive con creciente incomodidad las atrocidades nazis y se enamora de Hanna, la mujer del comandante del campo. Este, llamado Paul Dole, constituye la segunda de las voces narrativas y está en cierto modo inspirado en el siniestro Rudolf Hess. Es un nazi convencido y cruel, que vive en el campo de concentración con su mujer y sus dos hijas y está obsesionado con el exterminio de los judíos, a los que llama piezas y en ningún momento considera como humanos. No tiene escrúpulos a la hora de utilizar el chantaje para mantener el dominio sobre los demás y sobre su cada vez más rebelde y distanciada esposa. La tercera voz, y tal vez la más forzada desde el punto de vista literario, es la de Szmul, un “sondercommander”, un judío colaboracionista que, para alargar mínimamente su vida, ayudaba a deshacerse de los judíos muertos y estaba por un tiempo mejor alimentado que el resto de los prisioneros. A estos patéticos personajes se refiere Primo Levi en su libro “La zona gris” y también, aunque menos, el recientemente fallecido Imre Kertész en su novela “Sin destino”.

Los tres narradores se van alternando y van tejiendo con sus relatos una historia de desamor, la del comandante y su esposa, y otra de amor, la de Golo y Hanna, que, dado el lugar y las circunstancias en que se produce, no logra traspasar el platonismo. Los personajes van evolucionando en sus comportamientos, movidos también por los cambios en el desarrollo de la guerra y por el paso de la euforia inicial nazi a la creciente percepción de la inminente derrota en el frente ruso.

“La zona de interés” es un relato bien estructurado, con cierta complejidad narrativa y una gran documentación histórica. Además de la citada historia de amor entre el joven oficial y la esposa del comandante, hay en el libro duras descripciones del trato a los deportados y escenas de gran sordidez que provocan enorme repugnancia moral en el lector. Uno de los aspectos que siempre llama la atención es la naturalidad cotidiana con la que actuaban los fanatizados militares nazis, que podían asistir a una obra de teatro mientras pensaban en la manera menos costosa de deshacerse de los judíos. Queda también en evidencia cómo la gran industria alemana se aprovechó del régimen de esclavitud laboral de los campos de concentración y algunas empresas como la Bayer efectuaron experimentos médicos mortales con los internos.

En resumen, “La zona de interés” es otra buena novela de Martin Amis, que sorprende con un tratamiento en parte novedoso y en absoluto frívolo sobre un tema tan delicado y terrible como el Holocausto nazi, uno de los episodios más negros de la historia reciente de la humanidad cuyo filón literario nunca parece agotarse.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 10 de abril de 2016

DOS NOVELAS DE ROBERT WALSER


Jakob von Gunten” y “El paseo”. Robert Walser. Siruela. 2015 (5ª edición) y 2014 (11ª edición). 128 y 80 páginas.

Entre las muchas lecturas que uno tenía pendientes desde hacía tiempo estaba la del escritor suizo Robert Walser (1878 – 1956). Aprovechando las pasadas vacaciones, unidas a un periodo de reposo obligatorio, he leído dos de sus novelas más conocidas: “Jakob von Gunten” y “El paseo”. Descubierto en nuestro país por Carlos Barral en los años setenta del pasado siglo, fue editado por Pre-textos y Alfaguara antes de la recuperación más reciente de su obra llevada a cabo por la siempre exquisita editorial Siruela, que ha publicado un buen número de sus libros en las últimas décadas. Robert Walser escribía en lengua alemana y las ediciones de Siruela de “Jakob von Gunten” y “El paseo” están respectivamente traducidas al español por Juan José del Solar y Carlos Fortea.

Robert Walser es un escritor singular y diferente, posiblemente sin paragón en la literatura europea contemporánea. En sus inicios fue admirado y citado por figuras destacadas de las letras como Franz Kafka (que al parecer lo leía en voz alta), Robert Musil o Walter Benjamin. Tras un largo periodo de olvido, algunos autores modernos, como Elias Canetti, W. G. Sebald, J. M. Coetze (“El genio de Robert Walser”) o el español Enrique Vila-Matas, han reivindicado la fuerza de su prosa y reconocido su influencia. La vida de Walser también fue singular y distinta. Nacido en la pequeña ciudad suiza de Biel, dejó pronto la escuela y abandonó la casa paterna a los 17 años. Ejerció diversos trabajos, incluso el de criado, y logró publicar, sin demasiado éxito, algunos libros, textos teatrales y poemas. Vivió algún tiempo en Berlín, donde su hermano destacó como pintor e ilustrador. Entre 1907 y 1909 escribió los que son posiblemente sus mejores libros “Los hermanos Tanner”, “El ayudante” y “Jakob von Gunten”. Regresó a Suiza para recuperarse de una depresión y se instaló en Berna. En 1929 entró en una clínica psiquiátrica cercana a la capital suiza y en 1933, después de sufrir sucesivos episodios de alucinaciones auditivas y ataques de ansiedad, ingresó voluntariamente en el sanatorio de Herisau, en cuyos alrededores murió el día de Navidad de 1956, de un ataque al corazón que lo dejó fulminado sobre la nieve tras uno de sus habituales y solitarios paseos.

Robert Walser escribió “Jakob von Gunten” en 1909 y siempre lo consideró el mejor y el más querido de sus libros. También es posiblemente el de contenido más polémico. Se trata de una novela corta en la que se narra el breve paso del personaje que le da título por el extraño Instituto Benjamenta, apellido de los dos hermanos -un varón y una mujer- que lo regentan. Allí apenas hay profesores y la enseñanza que se imparte consiste básicamente en inculcar a los muchachos paciencia y obediencia para convertirlos en futuros sirvientes. Jakob, un chico despierto y atractivo, describe a sus compañeros y su ambigua y cada vez más intensa relación con los dos hermanos propietarios de la academia. Walser presenta unos personajes que huyen del éxito y del pensamiento. Su aspiración es obedecer y rechazar rotundamente cualquier amago de notoriedad. Las ideas defendidas por el personaje son las mismas que el escritor defendió a lo largo de su vida. Las ha definido muy bien Jesús Fernández en su espléndido artículo “Robert Walser, el poeta que prefería ser nadie”.

No puedo extenderme mucho más en este artículo, por eso transcribo aquí varias ilustrativas frases del libro, aunque nada mejor que leerlo entero para poder juzgarlo con propiedad. “Nosotros, los alumnos, no esperamos nada, es más, nos está terminantemente prohibido albergar esperanzas en nuestro corazón, pese a lo cual vivimos muy alegres y tranquilos”. “De algo estoy seguro: el día de mañana seré un encantador cero a la izquierda”.”Los tontos están hechos para llegar lejos, para escalar, vivir bien y mandar, mientras que quienes, como yo, son en cierto sentido inteligentes, han de tolerar que sus propios talentos florezcan y se marchiten al servicio de otros. Yo, seré algo muy humilde o pequeño”. “Cuando los hombres empiezan a contabilizar éxitos y reconocimiento se ponen casi gordos de autosatisfacción saturadora, y la fuerza de la vanidad los va inflando hasta convertirlos en un globo irreconocible. ¡Libre Dios a un hombre honrado del reconocimiento de la masa! Si no lo vuelve malo, sólo servirá para confundirlo y quitarle fuerzas”. O ese afán por dejar la mente en blanco que se resume en ese definitivo “Dios está con los que no piensan”.

“El paseo” es un relato breve que Walser escribió en 1917. Es un texto en primera persona, y en constante diálogo con el lector, en el que, con una mezcla de solemnidad e ironía cargada de crítica social a las prisas, la hipocresía y el afán de aparentar de la modernidad, se cuenta un paseo de unas horas por una pequeña población suiza. El narrador, escritor pobre mantenido por los donativos anónimos de algunas admiradoras, se defiende así de quienes critican su permanente deambular ocioso: Pasear me es imprescindible, para animarme y para mantener el contacto con el mundo vivo, sin cuyas sensaciones no podría escribir media letra más ni producir el más leve poema en verso o prosa. Sin pasear estaría muerto, y mi profesión, a la que amo apasionadamente, estaría aniquilada”.

Robert Walser es un escritor distinto, ambiguo, con una personalidad que hoy veríamos como provocadora por inusual y un pensamiento lleno de claroscuros, sin el más mínimo afán de notoriedad ni interés alguno por obtener el reconocimiento de los demás. Aunque sea en parte traicionar sus deseos, en este año en que se cumple el sesenta aniversario de su muerte, nada mejor que leerlo para conocer de primera mano su singular obra literaria.

https://lecturassumergidas.com/2014/07/30/tras-los-pasos-de-walser-y-demas-caminantes_/

Carlos Bravo Suárez

domingo, 3 de abril de 2016

FRANCAMENTE, FRANK



Francamente, Frank”. Richard Ford. Anagrama. 2015. 229 páginas.

Después de su estupenda novela “Canadá”, que reseñamos aquí el año pasado, Richard Ford (Jackson, Mississippi, 1944) ha publicado recientemente un nuevo libro cuyo titulo original en inglés es “Let Me Be Frank With You”, que en español, haciendo un fácil juego de palabras, ha sido traducido como “Francamente, Frank”. En él, el destacado escritor estadounidense ha recuperado a su personaje Frank Bascombe (protagonista de su famosa trilogía compuesta por “El periodista deportivo”, “El Día de la Independencia” y “Acción de gracias”), convirtiéndolo en narrador de esta nueva entrega narrativa, editada como siempre en nuestro país por Anagrama y con la traducción de Benito Gómez Ibáñez.

“Francamente, Frank” está compuesto por cuatro relatos ambientados a finales de 2012, inmediatamente después de que el huracán Sandy devastara buena parte de la costa atlántica estadounidense. Las cuatro narraciones breves están protagonizadas, y narradas en primera persona, por un Frank Bescombe, ahora con sesenta y ocho años y ya jubilado, que nuestra su escéptico desencanto solitario, nunca convertido sin embargo en pesimismo y amargura, con equilibradas dosis de ironía y humor negro y con la lucidez distante que suele proporcionar el paso de los años. Bescombe, que escribió un libro y fue periodista deportivo durante un tiempo, trabajó como vendedor de casas antes de jubilarse y ahora dedica parte de su tiempo a leer textos para ciegos en una emisora de radio y a ayudar cada semana a los soldados americanos que regresan de alguna de las lejanas guerras del imperio y que, a su vuelta, corren el riego de caer en la depresión y el suicidio. Frank, después de hacerlo en otros lugares, vive ahora en una zona residencial de Haddam, en Nueva Jersey, con su segunda esposa Sally, que se dedica a tareas humanitarias de ayuda a los afectados por el reciente huracán. Antes se divorció de su primera esposa Ann, con la que tiene dos hijos que se ganan ya la vida por su cuenta. Otro hijo de ese primer matrimonio murió joven, de una manera prematura, inesperada y dolorosa.

En “Frankamente, Frank” encontramos a un Bascombe sabedor de que entra en el último tramo de su vida e intenta mantener la serenidad ante la proximidad de las enfermedades y, en última estancia, de la inevitable muerte. Consciente de que solo se conoce bien aquello que ya se ha vivido y que la vida ya no es otra cosa que superar sucesivos fracasos que dejan momentáneamente el horizonte despejado de obstáculos para poder dar algunos pasos más. A determinada edad, la vida ya no es sino una continua mengua. “La vida se reduce a una sustracción gradual, tendente a una esencia más sólida, más cercana a la perfección”. Ya no se trata de hacer uno lo que quiere, sino de intentar no hacer lo que no se quiere. Además, como vemos progresivamente en los cuatro relatos del libro, la enfermedad va haciendo estragos entre muchos seres conocidos y próximos. Pese a ello, Frank mantiene su sentido del humor y no pierde ocasión para mostrar sus posiciones políticas favorables a Obama, al menos al de sus inicios como presidente, y su rechazo y mofa de las posiciones republicanas y conservadoras.
En “Aquí estoy yo”, relato que abre el libro, un antiguo amigo cita a Frank para ver cómo ha dejado el huracán Sandy, que parece haberse unido a la recesión anterior, la casa cercana al mar que éste le vendió hace unos años. En “Todo podría ser peor”, Frank recibe en su casa de Haddam la extraña visita de una misteriosa mujer negra (“la gente negra soporta una pesada carga tratando de comportarse normalmente”), que le cuenta que allí tuvo lugar una terrible tragedia que marcó para siempre su vida. En “La nueva normalidad”, Frank viaja en vísperas navideñas para hacer una visita a su primera mujer, que se encuentra internada en una moderna y desnaturalizada residencia para personas que sufren la enfermedad de Parkinson. Y, en “Muerte de otros”, la visita es a un antiguo amigo de la infancia que se halla hundido en la antesala de la muerte, aniquilado por un rápido y destructivo cáncer de páncreas.

No sé cuánto hay de alter ego de Richard Ford en el Frank Bascombe que narra estas cuatro magníficas historias y que es consciente de empezar a recorrer el que será ya el último tramo de su vida. Bascombe/Ford lo hace con dignidad y elegancia y, desde luego, desde el punto de vista literario, con una enorme maestría. También en materia de escritura, la sustracción de los años parece conducir al autor a una esencia bastante cercana a la perfección.

Carlos Bravo Suárez