domingo, 29 de mayo de 2016

H DE HALCÓN


H de halcón”. Helen MacDonald. Ático de libros. 2015. 384 páginas.

“H de halcón” es una novela diferente y poco convencional que ha obtenido varios importantes galardones literarios en el Reino Unido y un sorprendente éxito de ventas en el mundo anglosajón. Su autora es Helen MacDonald (Chertsey, Reino Unido, 1970), historiadora y profesora en Cambridge, ilustradora, poeta y gran aficionada a la cetrería. Además de algunos poemas anteriores, MacDonald publicó en 2006 el libro “Falcon”, una historia cultural de los halcones. En 2014, apareció en Inglaterra “H de halcón” y su extraordinaria acogida hizo que se tradujera enseguida a varios idiomas. En España, fue editado a finales de 2015 por Ático de libros, con una meritoria traducción, nada fácil por la abundante y compleja terminología específica del mundo de la cetrería, de Joan Eloi Roca.

“H de halcón” puede inscribirse en lo que se ha venido en llamar autoficción literaria; aunque en este caso tal vez podría hablarse directamente de un texto autobiográfico. El principal, y casi único, personaje del libro es la propia autora: narradora, en primera persona y con su propio nombre, de la historia. El otro personaje, tan principal como la narradora, es el azor, pues, a pesar del título, el ave rapaz que acompaña a Helen en el relato no es un halcón sino un azor, un azor hembra. Y entre ambos, mujer y azor, se teje una hermosa y fascinante historia, llena de intimismo, belleza y poesía.

Y, según la propia autora, una historia verdadera: "Tan verdadera que me pasó a mi. En 2007, después de la repentina muerte de mi padre, me compré un azor criado en cautividad para entrenarlo como una forma de escapar a mi dolor. Le llamé Mabel y le vi volar y cazar como un pájaro salvaje a lo largo de lo que quedaba de otoño y durante todo el invierno. Fueron días extraños, hermosos y muy oscuros. Hacia el final de ese año comencé a darme cuenta de que aquella historia era más grande que yo. Lo que había sucedido no trataba sólo acerca de una mujer afligida y un pájaro. Trataba del amor, la pérdida, de la vida y la muerte, de la forma en que nos relacionamos con el mundo natural. Decidí que tenía que escribirlo. Pero me tomó cinco años empezar. Necesitaba distancia emocional".

Para conjurar el profundo dolor producido por la muerte repentina de su padre (el fotógrafo Alisdair MacDonald), Helen compra un azor y se dedica a adiestrarlo con tesón y gran paciencia, palabra que ella misma destaca como derivada de “patior”, que significa sufrimiento. Bautiza a su pájaro como Mabel (que relaciona con “amable”, aunque los cetreros creen que el carácter de los azores acostumbra a ser opuesto al nombre que se les da) y la saca a volar por los campos y bosques cercanos a Cambridge, que aparecen descritos con primor y gran belleza en las páginas del libro. Son los paisajes de la vieja Inglaterra, que parecen anteriores a la modernidad industrial y que, turbando la placidez de Helen, remiten a algún personaje de fugaz aparición y tintes racistas a una esencia británica anterior a la inmigración de los tiempos presentes.

Pero el tema principal, y casi único, es el entrenamiento del azor, un animal difícil, temperamental, con irrefrenables instintos asesinos hacia sus víctimas. En alguna de las varias entrevistas que la escritora concedió en su visita promocional a nuestro país, explica con precisión su extraña relación con el pájaro: “Domar y entrenar al halcón fue una distracción profunda y yo misma me fui transformando poco a poco en 'salvaje' mientras corría a través de colinas y campos locales persiguiendo a Mabel mientras cazaba su propia comida. Yo quería ser como mi halcón. Solitaria, dueña de mí misma y feroz. Finalmente me di cuenta de que había ido demasiado lejos en mi salvajismo. Necesitaba experimentar el dolor que había estado reprimiendo, y volver al mundo de los humanos que había dejado atrás”.

Dividido en dos partes, el relato va alternando las experiencias presentes de Helen y Mabel con abundantes y prolongadas referencias T. H. White y, principalmente, a su libro “The Goshawk” de 1951, en el que el extravagante escritor británico narra su fallido adiestramiento de otro azor y cuyos errores sirven de guía a Helen para procurar no repetirlos.

Aunque por su aparente sencillez argumental y su considerable extensión, “H de halcón” pueda parecer una narración lenta o pesada, y aun con la abundante terminología cetrera desconocida para el profano, el libro puede atrapar a cualquier lector. No solo por la historia que cuenta, sino por su gran calidad literaria, la belleza de las descripciones de paisajes y estados de ánimo y el profundo lirismo que subyace en sus páginas.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 22 de mayo de 2016

REPARAR A LOS VIVOS

   
 “Reparar a los vivos”. Maylis de Kerangal. Anagrama. 2015. 248 páginas.

Reparar a los vivos”, de Maylis de Kerengal (Toulon, 1967) fue uno de los fenómenos literarios franceses de 2014. La novela obtuvo importantes premios y una enorme repercusión mediática en el país vecino. El año pasado, y con traducción de Javier Albiñana, el libro fue editado en España por Anagrama, que ya había publicado en 2013 “Nacimiento de un puente”, la anterior novela de la escritora francesa que llegó a la narrativa tras perder su trabajo como documentalista de artículos de viajes en la conocida editorial Gallimard.

Reparar a los vivos” cuenta, con minuciosa precisión cronológica y gran profundidad literaria, la crónica novelada de un trasplante de corazón. Simon Limbres es un joven de 18 años que sufre un accidente de circulación cuando vuelve de practicar surf con unos amigos. El chico queda en estado de coma y clínicamente muerto tras el tremendo choque de su camioneta contra un árbol. A pesar de la muerte cerebral, su corazón queda intacto y los médicos del hospital al que es trasladado empiezan a pensar en la posibilidad de trasplantarlo a alguno de los enfermos que esperan uno de esos órganos para poder salvar su vida. Ese proceso médico y las diferentes personas que intervienen en él serán los protagonistas de la novela: los padres del fallecido (sobre todo, la madre), que en estado de shock tienen que dar su consentimiento para la donación; su novia, ajena a todo hasta el último momento; los médicos y los enfermeros que llevan a cabo la operación en su proceso completo de principio a fin; o la, tal vez poco desarrollada desde el punto de vista literario, esperanzada receptora del joven corazón del muerto. Todos ellos son los sucesivos personajes de la novela y de cada uno se da alguna pincelada de su personalidad, aunque el relato se centre sobre todo en el papel que desempeña cada cual en la delicada operación de trasplante que se va a llevar a cabo.

Con un estilo cargado de coordinación y yuxtaposición, y con gran riqueza de vocabulario, Maylis de Kerangal consigue convertir en literatura con mayúsculas lo que se podría haber quedado en una fría e insípida crónica médica. La propia escritora ha explicado la génesis de su novela y cómo decidió convertir en héroes literarios a esos héroes anónimos que hacen posible el milagro de la salvación de vidas por medio de los trasplantes de órganos: “Conocí a un enfermero coordinador de trasplantes encargado de recoger el consentimiento de las familias, en pleno duelo. Quedé conmocionada. Hay una forma de heroísmo discreto en los donantes de órganos que me parece mucho más interesante que algunas figuras espectaculares de las que se nos habla sin cesar”.

Profesionales de la medicina que tienen su vida privada, sus problemas, sus aficiones, sus filias y sus fobias; pero que trabajan con dedicación concienzuda para que las más avanzadas técnicas modernas puedan aplicarse con éxito en delicadas y difíciles operaciones de quirófano. Jóvenes muertos en la flor de la vida y padres y familiares destrozados que permiten la donación tras recibir la trágica noticia de una pérdida inesperada. Y la muerte que, en sorprendente paradoja, acaba dando vida y permitiendo la continuidad de la cadena de la existencia. Como el ave fénix que renace de sus cenizas, el corazón del ser humano es, en esta hermosa novela, metáfora, motor y concatenación.

El trasplante del corazón humano como epopeya del ser humano -explica la autora- me interesaba desde hacía años. El corazón que es un músculo, con todo lo material que esto conlleva y, a la vez, es otra cosa. Me vino la idea de partir de la epopeya griega para crear un enlace con nuestra época. El corazón es también el lugar del amor en nuestra cultura cristiana. El corazón del hombre es el lugar del afecto, del heroísmo, del coraje, es toda la historia de los cantares de gesta, lo que se llama el amor cortés y en catalán el fin amor. Había escuchado alguno de estos textos mientras escribía. Textos que hablaban de conquistar el corazón de una mujer. Entendí entonces que el corazón tenía esta doble dimensión. Interrogar las emociones, los afectos, e interrogar el cuerpo como una estructura físico-química de órganos".

Mientras la ciudad bulle y se apasiona con un partido de fútbol de selecciones nacionales que casi la paraliza por completo, en dos quirófanos no demasiado alejados, tiene lugar este milagro de la vida y de la muerte que Maylis de Kerengal ha recreado en una novela que une, con absoluta eficacia y maestría, el rigor y la documentación de lo científico con la belleza y el poder estético de la mejor literatura.

Carlos Bravo Suárez





domingo, 15 de mayo de 2016

LOS CIERVOS LLEGAN SIN AVISAR



Los ciervos llegan sin avisar”. Berna González Harbour. RBA Libros. 2015. 224 páginas.

Berna González Harbour (Santander, 1966) es una destacada periodista que ha trabajado en la sección internacional de “El País”, diario en el que publica artículos de actualidad y de cuyo suplemento literario “Babelia” es actualmente editora. Colabora también en algunos programas radiofónicos de la cadena SER y en los últimos años ha publicado tres novelas que pueden inscribirse dentro del género negro. Las dos primeras, “Verano en rojo” y “Margen de error”, publicadas por RBA en 2012 y 2014 respectivamente, están protagonizadas por la comisaria María Ruiz, personaje que no aparece en “Los ciervos llegan sin avisar” (RBA, 2015), última novela hasta la fecha de la periodista y escritora santanderina.

Aunque puede incluirse dentro del género,“Los ciervos llegan sin avisar” no es una novela negra al uso. Su protagonista es Carmen, una economista en paro, separada y con un hijo, que ha pasado de una situación boyante y un buen puesto en un banco como analista financiera a tener que afrontar con precariedad creciente el pago de una hipoteca y los gastos indispensables de la vida cotidiana. En esos momentos de adversidad y problemas laborales y familiares, Carmen recuerda un episodio confuso que vivió veinte años atrás y que ahora parece atormentarla. Conduciendo por una carretera cercana a una población donde pasaba algunos veranos en casa de unos familiares, se topó con un accidente de tráfico en el que un camión se salió de la carretera en una larga recta. Antes de que la guardia civil se presentara en el lugar, Carmen llegó a decir algunas palabras al camionero agonizante y se llevó con ella una foto de un niño que se había desprendido de la cabina del vehículo accidentado. También creyó ver alguna sombra en movimiento entre unas plantas temblonas cercanas. Sin embargo, continuó su camino sin volver a saber nunca más nada de aquel suceso y sin saber si el conductor del camión había muerto o no. Ahora que su vida está en una encrucijada y llena de problemas, decide escapar unos días de Madrid y visitar el pueblo próximo a la carretera junto al que ocurrió aquel extraño accidente. Allí, se instala momentáneamente en un hostal de carretera, que encubre funciones de prostíbulo, y comienza a investigar por su cuenta sobre aquel hecho lejano. Pronto descubre que en esas fechas se produjo allí otro trágico accidente y conoce a varias personas vinculadas a aquellos sucesos aparentemente desconectados entre sí.

Ambientada en sus inicios en Madrid y posteriormente en lugares más o menos indeterminados de la geografía palentina y cántabra, la novela está narrada en primera persona por la propia Carmen, aunque ocasionalmente se suman a la suya, de manera mucho más breve, las voces de otros personajes secundarios. Algo alejada de lo más puramente negro y policiaco de las dos anteriores novelas de la autora, “Los ciervos llegan sin avisar” incide también de forma destacada en los aspectos más sociales y en las dramáticas consecuencias que la reciente crisis económica ha tenido para casi todos los sectores de la sociedad española. Así ocurre tanto con algunos personajes de las zonas más rurales de la novela, con cutres bares de carretera y arruinados polígonos industriales, como con la propia protagonista y sus amigos, que de repente han visto menguar drásticamente sus ingresos y su poder adquisitivo. Lo explica la narradora en los inicios de su relato: “Duele pasar de ser un alto cargo con ropa de marca, una hipoteca alta y puentes haciendo esquí a vigilar cada euro de una cuenta corriente que se desintegra como esa nieve de Baqueira que observábamos mientras nos tomábamos un Martini al sol. No es fácil que se aproxime el próximo plazo de la hipoteca y saber que en la cuenta solo queda la mitad de la cuota mensual.”

Con pocos elementos de partida y en escenarios alejados de la gran ciudad, con una investigación que no cuenta con policías ni delincuentes al uso, Berna González Harbour ha conseguido una novela sencilla y personal, de aromas realistas y creíbles, con una trama interesante y una intriga suficientemente atractiva para mantener de principio a fin la atención del lector. Y, además, ha logrado incluir en su relato algunos de los problemas más acuciantes de la sociedad española actual y muchos de los efectos que la crisis económica ha tenido sobre ella en los últimos tiempos.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 8 de mayo de 2016

LA MUERTE DE ULISES


La muerte de Ulises”. Petros Márkaris. Tusquets. 2016. 184 páginas.

De Petros Márkaris (Estambul, 1937) ya he reseñado aquí varias novelas protagonizadas por el comisario Costas Jaritos. Márkaris es el escritor griego actual más conocido internacionalmente y sus novelas policiacas del comisario Jaritos son un referente de la novela negra europea de contenido social. Ahora, el prolífico autor heleno, nacido en Estambul y ya casi octogenario, se aparta momentáneamente de la novela para publicar “La muerte de Ulises”, un libro de relatos que en España, como siempre, edita Tusquets en su colección Andanzas, con traducción de Samará Spiliotopulu y Ersi Marina.

“La muerte de Ulises” es un libro compuesto por ocho relatos breves de temática diversa, ambientados en diferentes épocas y de calidad literaria algo desigual. Dos de ellos, el primero y el último (“El asesinato de un inmortal” y “Poemas y crímenes”), están protagonizados de nuevo por el comisario Jaritos, que resuelve, con su ironía habitual, los respectivos asesinatos de un escritor y un director de cine. En ambos, la causa de los crímenes son las envidias y los celos entre artistas del mismo ramo, cosas del oficio. El tercer relato (“En terrenos conocidos”) es otro caso de asesinato, ocurrido esta vez en una comunidad turca en Alemania y relacionado con la construcción de una mezquita. El muerto es amigo del suegro del comisario Murat, un policía turco amigo de Jaritos, con el que trabajó en la novela “Muerte en Estambul” (Tusquets, 2009), que investigará una extraña trama en la que se mezclan los intereses, solo aparentemente opuestos, de grupos de turcos islamistas y de la extrema derecha alemana.

El más largo e intenso, y creo que el mejor desde el punto de vista literario, de los relatos del libro es “Tres días”, en el que se narran los violentos disturbios vividos a principios de septiembre de 1955 en Estambul. Cuando, en el inflamado contexto de la guerra de Chipre entre ambas comunidades, la minoría griega estambulí sufre las iras y la persecución de los turcos que saquean y queman con saña sus casas y comercios. En el relato que da título al libro, encontramos al viejo Ulises, un griego de Estambul que volvió a Grecia en 1965 y ahora ha decidido retornar a la capital turca en la que nació para morir en una residencia de ancianos. Allí, inesperadamente, se enfrentará a los Lobos Grises, una organización paramilitar turca de extrema derecha. En “La destrucción de Pompeya”, un cura que lidera un grupo que recoge ropa vieja para entregar a los emigrantes pobres que llegan a Grecia deberá enfrentarse a unos cuantos xenófobos violentos que le recriminan su ayuda a los extranjeros. “El cadáver y el pozo” es un relato menor con algo de ironía y “Un atentado que llegó tarde” cuenta un fallido complot contra Hitler en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, cuando los nazis ya estaban totalmente derrotados.

Márkaris mezcla de nuevo con su fluidez y habilidad habituales la intriga y la crítica social. Hay referencias a la crisis económica y a los estragos que esta ha causado en la actual sociedad helena. Un ejemplo de ello es el personaje del vendedor de flores de “Poemas y crímenes”, a quien la pérdida del trabajo ha llevado a tener que dormir en la calle y sobrevivir con dificultad, vendiendo rosas a los clientes de los locales nocturnos de Atenas. Temas de actualidad, como la emigración, la xenofobia o la difícil convivencia entre comunidades y etnias distintas, tienen cabida en algunos relatos del libro. También la nostalgia de Estambul, no olvidemos que el propio Márkaris nació en la minoría turca de esta ciudad, está presente sobre todo en el relato que da título al libro: “Los griegos de Estambul tienen dos edades. La primera cuenta desde el día de su nacimiento; la segunda, desde el día en que huyeron de Estambul.”

No es este obviamente el mejor libro de Markaris, pero estos ocho cuentos breves que componen “La muerte de Ulises”, aunque tal vez demasiado desiguales y en general literariamente algo ligeros, mantienen la habitual amenidad del escritor griego y entretienen al lector, mientras le muestran algunos de los conflictos y problemas que acucian hoy a la sociedad helena contemporánea y también, en buena medida, a la desorientada y perpleja sociedad europea en su conjunto.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 1 de mayo de 2016

SIN DESTINO

Sin destino”. Imre Kertész. Acantilado. 2009. 14ª Edición. 264 páginas.

El reciente fallecimiento de Imre Kertész (Budapest, 1929 – 2016) es una buena ocasión para leer, o releer, la obra literaria de este gran escritor judío y húngaro, que recibió el Premio Nobel de Literatura en el año 2002. Sus libros han sido publicados en España por la editorial Acantilado. La primera y más importante de sus obras literarias fue “Sin destino”, una novela en la que su autor trabajó durante quince años y que pasó sin pena ni gloria cuando se publicó en Hungría en 1975. Después de la caída de la dictadura comunista, que siempre ninguneó ignominiosamente a Kertész, su obra comenzó a difundirse en Alemania y en el resto de Europa, y “Sin destino” fue adquiriendo la valoración de indiscutible obra maestra. En España, fue publicada en 2001 por Acantilado y ha tenido sucesivas reediciones. La traducción es de Judith Xantus, con la revisión de Adan Kovacsics, principal especialista mundial en la obra de Kertész.

Aunque basada en la peripecia personal del autor en los campos de concentración nazis, “Sin destino” no es del todo una novela autobiográfica. Su protagonista es György Köves, un adolescente judío de 15 años que en 1944 es deportado desde el Budapest ocupado por los nazis al campo de exterminio de Auschwitz, donde solo permanece tres días, y a los campos de trabajo de Zeitz y Buchenwald, de donde consigue salir vivo tras la liberación por las tropas estadounidenses en abril de 1945. En los primeros capítulos, György vive la despedida del padre, que es también enviado a un campo nazi (luego nos enteramos de que se trata de Mauthausen), junto a su madrastra y el resto de la familia, judía pero escasamente practicante en lo religioso. Cuando empieza a descubrir el placer de los besos con una niña vecina y a trabajar forzosamente en una fábrica de las afueras, es obligado a ir a los campos regentados por los alemanes, en los que transcurre casi toda la novela. En Auschwitz, salva la vida porque cuando forma en la fila de selección, y siguiendo los consejos de unos prisioneros más veteranos, dice a los guardianes que tiene 16 años y no los 15 que tiene en realidad. Eso hace que los alemanes lo manden al campo de trabajo de Buchenwald y no directamente a la cámara de gas del propio Auschwitz.

Lo que más sorprende de “Sin destino”, y lo que ha suscitado más de una reacción de rechazo, es el tono apático y resignado, aparentemente falto de cualquier crítica, con el que György encara su condición de prisionero. Una visión fría, objetiva y distante, que contrasta con la brutalidad y la sordidez de las situaciones extremas que narra. Es este aspecto, esa falta de acusaciones o lamentos del protagonista, el que hace de “Sin destino” una narración diferente a cualquier otra de las inscritas dentro de la llamada literatura del Holocausto. Difícil de entender para el lector, como para sus interlocutores en la novela, son algunas de las afirmaciones de György al final de su relato: “Incluso allá, al lado de las chimeneas había habido, entre las torturas, en los intervalos de las torturas, algo que se parecía a la felicidad”. Así ha matizado estas frases el propio escritor en algunos textos posteriores: “Experimenté mis momentos más radicales de felicidad en el campo de concentración […] Estar muy cerca de la muerte es también una especie de felicidad. Sólo sobrevivir se convierte en la mayor libertad de todas”. En cualquier caso, puede verse una simbiosis entre la aparente, y ciertamente para el lector no demasiado comprensible, aceptación resignada de su situación y la necesidad de adaptación a un medio tan hostil para lograr la supervivencia a toda costa. El propio narrador se sorprende: “Nunca lo hubiese creído y, sin embargo, es una verdad como un templo: en ninguna otra circunstancia importa tanto llevar una vida ordenada, ejemplar y hasta virtuosa como estando preso”. Porque además, y en referencia al título de la novela, György afirma que “si existe la libertad entonces no puede existir el destino, por lo tanto, nosotros mismos somos nuestro propio destino”.

Pero, añadida a este aspecto literario diferenciador, en la novela hay una magnífica crónica de la vida en los campos de concentración nazis, contada -no hay que olvidarlo- a través de los ojos de un narrador de solamente 15 años. Allí, el joven descubrirá los humos de las chimeneas de los hornos crematorios y su olor dulzón y pegajoso; la diferencia entre los campos de exterminio y los campos de trabajo; la permanente escasez de comida, la agónica espera de la sopa y el hambre que avasalla los cuerpos y embota las mentes; la existencia de los llamados “musulmanes”, presos esqueléticos que han abandonado ya cualquier deseo de supervivencia; las pulgas, los piojos y las numerosas enfermedades; la torre de Babel de nacionalidades, culturas y lenguas entre los prisioneros (György solo sabe el húngaro, que casi nadie habla y, por suerte, algo de alemán, pero desconoce el yiddish y eso lo aleja en parte de los demás judíos). Solo hay tres formas de evadirse de esa realidad terrible: la huida, el abandono o la imaginación. Y, por descontado, György elegirá la tercera.

“Sin destino” es una lectura casi obligatoria, una de las grandes novelas de la literatura europea del pasado siglo XX.

Carlos Bravo Suárez