domingo, 25 de septiembre de 2016

SUEÑOS DE TRENES


Sueños de trenes”. Denis Johnson. Literatura Random House. 2015. 144 páginas.

Denis Johnson (Munich, 1949) es en la actualidad un verdadero escritor de culto en Estados Unidos. Nacido accidentalmente en Munich, se crió en Tokio, Manila y Washington y vive actualmente entre Idaho y Arizona, con su familia, alejado de los medios de comunicación y sin conceder apenas entrevistas. Johnson es autor de una obra literaria heterogénea y variada que incluye novelas, libros de relatos y teatro. Destacan sus novelas “Árbol de humo” (National Book Award 2007), “Que nadie se mueva” o “El nombre del mundo” y su colección de relatos “Hijo de Jesús”, de la que en 1999 se hizo una película que los principales diarios norteamericanos consideraron entre las diez mejores de ese año. En 2015 publicó su novela corta “Sueños de trenes”, que hoy reseñamos en esta sección, y acaba de publicar su última novela “Los monstruos que ríen”, ambientada en África y recién editada en España también por Literatura Random House. Ambas están traducidas por Javier Calvo.

“Sueños de trenes” es una narración breve que puede -y casi debe- leerse de un tirón en pocas horas. Cuenta la vida de Robert Grainier, desde su nacimiento en 1893 hasta su muerte en 1968. Grainier es un sufrido pionero, jornalero en la construcción de los ferrocarriles del norte estadounidense próximo a Canadá, cortador de árboles en los grandes bosques, trabajador de aserraderos, que vive en poblados efímeros construidos a pie de obra, que convive con tipos duros y egoístas (“te invito a beber si no tienes dinero, pero no esperes que te salve la vida si, con ello, la mía entra en riesgo”) y con indios alcoholizados. Siempre en trabajos de riesgo y esfuerzo físico, que dejan poco tiempo para pensar e incluso para estar triste. Y eso que Grainier pierde a su mujer y su hija en un devastador incendio que arrasa la región. Un hombre corriente que, a pesar de sus duros trabajos, sólo logra ser dueño de una cabaña con un trozo de tierra, un par de caballos y una carreta. Que supera las desgracias y adversidades con un estoicismo y una dignidad que rozan el nihilismo. Cuya única celebridad entrevista fugazmente fue Elvis Presley, que pasó una vez raudo y veloz en un vagón privado por la estación en que él trabajaba. Grainier encarna toda una época de esforzada lucha contra la naturaleza en la conquista y domesticación de los grandes espacios, que supuso la construcción de un país nuevo y moderno. Una época que termina con él: “Y de pronto todo se volvió negro y aquella época desapareció para siempre”.

Johnson resume admirablemente toda una vida, siempre pobre y modesta, en 144 páginas. Su prosa es sobria y contenida, pero trabajada, pulida y prístina, buscando las frases justas para dar con pocas palabras una idea amplia, sin florituras superfluas ni sentimentalismos, pero con intención profunda y lograda agudeza de estilo. Salvo en el propio Granier, profundiza poco en el resto de personajes, sólo importantes por su acercamiento al personaje principal y protagonista exclusivo del libro. Describe con pocos trazos, aunque con gran belleza literaria, los grandes paisajes del noroeste estadounidense, los bosques, las nubes, su cabaña, los efectos del gran incendio que le arrebató a su mujer y su hija. Hay humor en algún pasaje del relato, como cuando Grainier se encuentra con un hombre que dice haber sido disparado por su perro. La novela empieza sin presentación previa de los personajes, cuando un grupo de jornaleros de la construcción del ferrocarril se dispone a tirar de un puente abajo a un chino que también trabaja en la obra. Hay pasajes de posible realismo mágico -algún crítico ha hablado de nihilismo mágico-, sobre todo en las referencias a la chica-lobo que se mezclan con las alucinaciones del solitario Grainier.

Son muchas las influencias o conexiones literarias que pueden establecerse respecto a esta novela. A mí me ha recordado a la magnífica "Butcher's Crossing”, de John Williams, que reseñamos aquí no hace mucho y me gustó aún más que esta. La crítica ha vinculado “Sueños de trenes” con las novelas de Herman Melville, Nathaniel Hawthorne o Cormac MacCharty, y hasta con las películas de Terrence Malick o las baladas de Johnny Cash y otros grandes autores de la música country norteamericana.

“Sueños de trenes” es una magnífica novela corta, densa, bien escrita y muy entretenida; pero triste y cargada de un profundo sentimiento trágico de la vida.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 11 de septiembre de 2016

APÓSTOLES Y ASESINOS

Apóstoles y asesinos”. Antonio Soler. Galaxia Gutenberg. 2016. 440 páginas.

“Apóstoles y asesinos” es la última novela de Antonio Soler (Málaga, 1956). El escritor malagueño es autor de una docena de obras narrativas, entre las que destacan “Las bailarinas muertas” (Premio Herralde y Premio de la Crítica en 1996), “El camino de los ingleses” (Premio Nadal en 2004) o su penúltima novela “Una historia violenta” (2013). Ahora, con “Apóstoles y asesinos” Soler recrea la vida del mítico líder anarcosindicalista catalán Salvador Seguí (1886 – 1923), más conocido como El noi del sucre. Y, de paso y de manera muy documentada, nos presenta un extraordinario friso social de la Barcelona convulsa, obrera y violenta de las dos primeras décadas del siglo XX.

Podríamos decir con bastante propiedad que “Apóstoles y asesinos” es un libro de historia contado como una novela. Y que se lee con la fluidez y amenidad de una buena novela. El narrador es el propio autor y cuenta su relato en tercera persona, mirando hacia atrás desde los tiempos actuales. A pesar de algunas, tal vez sorprendentes, referencias por similitud a Johnny Deep, Scorsese o Coppola, el narrador apenas opina y busca y consigue la mayor objetividad y el máximo rigor histórico en su relato. El eje central es la vida de El noi del sucre, pero son muchos los personajes que aparecen en la novela y algunos adquieren un gran protagonismo. Así ocurre con tres grandes figuras de la política catalana de la época: Lluís Companys, Francesc Layret y Ángel Pestaña. Con los dos primeros mantuvo Seguí relaciones de amistad y compartió destino trágico. Como Pestaña, militó en el anarcosindicalismo y en la CNT; aunque ambos pasaron de un inicial distanciamiento personal a una coincidencia en el alejamiento y rechazo de la violencia y una progresiva aproximación a la política.

Porque el libro muestra también la evolución sindical de Salvador Seguí, desde sus radicales posiciones juveniles a unos postulados cada vez más pacíficos y conciliadores. Sin abandonar jamás su compromiso obrero y la defensa inquebrantable de los derechos de su clase social, entendió la inutilidad de la violencia y de la acción directa de algunos de sus correligionarios y consideró que la liberación obrera debía estar indisolublemente unida a la formación cultural de los trabajadores. Él mismo, pese a sus humildes orígenes y su oficio de pintor de paredes, fue un buen lector, un hombre de una elocuencia proverbial y un colaborador asiduo de la prensa anarcosindicalista de la época. Si hubiera llegado a participar en política, como hizo posteriormente su compañero Pestaña, es algo que su muerte violenta nos impidió saber. La muerte de Seguí está anunciada por el narrador desde el inicio del libro y son magistrales las páginas en que se narra su asesinato en las calles del Raval barcelonés.

La otra gran protagonista de “Apóstoles y asesinos” es Barcelona, una ciudad absolutamente convulsa y violenta en ese periodo inicial del siglo XX. Una ciudad industrial donde prendió como en ningún otro lugar la llama del anarquismo y donde los asesinatos callejeros se sucedían a diario, tanto por causa de la feroz represión gubernamental, dirigida por personajes tan siniestros como Martínez Anido o Miguel Arlegui, como por los pistoleros a sueldo del sindicalismo amarillo o de algunos anarquistas aficionados a los atentados con pistola o bomba. Una imparable espiral de violencia y sangre. El libro cuenta los episodios que se suceden en la ciudad o la repercusión e influencia que en ella tienen los ocurridos en otros lugares: el incipiente catalanismo de la Lliga Regionalista, la Primera Guerra Mundial, la larga huelga de La Canadiense, la Semana Trágica, la Revolución rusa, la aplicación de la ley de fugas, el nacimiento de la FAI o los momentos previos a la inminente dictadura del general Primo de Rivera. El relato apenas abandona la ciudad condal. Sólo visita Mahón, en la isla de Menorca, donde Seguí y otros anarquistas fueron deportados por un tiempo, o acompaña a Madrid a los anarquistas catalanes que van a asesinar al entonces presidente del gobierno Eduardo Dato.

La dicotomía del título del libro muestra la doble cara del anarquismo español. La tremenda violencia urbana de esos años en la ciudad condal preludia y ayuda a entender mejor la posterior Guerra Civil española y su inusitada crueldad. Antonio Soler cuenta con oficio literario y rigor histórico un periodo importante de nuestro pasado. La vida de Salvador Seguí sirve para presentar de manera bastante completa el contexto histórico del momento y la cruenta realidad social de la Barcelona obrera del primer cuarto del siglo XX.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 4 de septiembre de 2016

UN VERANO CHINO



Un verano chino”. Javier Reverte. Plaza & Janés. 2015. 256 páginas.

Javier Reverte (Madrid, 1944) es posiblemente el mejor escritor español actual de literatura de viajes. Son magníficos los relatos de sus recorridos por Centroamérica, África, Grecia, el Amazonas, Alaska, Irlanda o Roma, algunos de los cuales han sido reseñados en esta sección. Su libro más reciente es “Un verano chino” que, con el subtítulo de “Viaje a un país sin pasado”, ha sido publicado como es habitual por Plaza & Janés .

Javier Reverte, que ya había estado en China en dos breves visitas anteriores, en 1978 y 1987, realizó en 2012 un largo viaje de dos de meses que ha recogido ahora en forma de libro. Acompañan al escritor madrileño su amigo catalán Pere Boix y la simpática guía local Xiao, una joven a quien desagrada su país de origen (“Mi país es feo de cojones”) y que dice sentir más atracción sexual por las mujeres que por los hombres, aunque a lo largo del libro se comprobará que eso no parece del todo cierto. El viaje se inicia en Pekín y termina en Shangai, y tiene como objeto principal seguir el curso del río Yangtsé, el cuarto más largo de la Tierra, tras el Amazonas, el Nilo y el Missouri-Mississipi. Como ya vimos antes con el Congo, el Amazonas o el Yukon, Reverte muestra de nuevo su interés particular, casi fijación, por los grandes ríos y, en especial, por sus desembocaduras. “Hay pocos lugares en donde pueda sentirse con tal intensidad la hermosura del mundo y la vehemencia del existir como en el violento encuentro de un gran río con un inmenso océano”.

Si Pekín era en 1978 una urbe pobre, de humildes casas bajas en que la gente se desplazaba andando, en carromatos o en vetustos autobuses de fabricación rusa y en 1987 estaba invadida por millones de bicicletas; en 2012, la capital china es una gran urbe que ronda los veinte millones de habitantes, con enormes rascacielos, puentes, grandes avenidas y abundancia de coches de reciente matriculación, en su mayoría japoneses, y modernos y potentes autobuses. El viajero constata que ahora en el tráfico de las grandes ciudades chinas reina el caos y la ley del más fuerte, con la prioridad de los vehículos más grandes sobre los pequeños. Así, cruzar la calle se convierte en una peligrosa aventura porque la preferencia nunca es del peatón y los policías de tráfico suelen ser meras figuras decorativas. “En China la única policía que se toma en serio su trabajo es la política”.

Burlando los controles policiales, Reverte y sus compañeros penetraron en el Tíbet, casi siempre cerrado al tránsito de los turistas, para acercarse al nacimiento del Yangtsé, casi el único lugar en que el río se libra de la contaminación, una constante creciente en el país, tanto en las aguas de los ríos como en los cielos de las grandes ciudades. Siguiendo el curso del Yangtsé, cuya traducción literal al español sería “río largo”, los viajeros visitan las impresionantes gargantas del Salto del Tigre, con los rápidos más peligrosos del planeta. Después, el río se domestica y su ribera se llena de monstruosas e infernales megalópolis (“Hay ciudades en las que no ves el sol ni cuando sale”) hasta su hermosa desembocadura en el Pacífico.

Tras la lectura del libro, queda claro que la China actual no atrae para nada a Javier Reverte. La sociedad china, salvo alguna cultura minoritaria de aquel inmenso país, parece haberse entregado con desmedida y ciega sumisión al progreso y al desarrollo incontrolados, sin que parezca importarle demasiado el coste que eso pueda tener en el futuro. Eso sí, en China hay ya muchísimos millonarios a quienes gusta exhibir el lujo y tener amantes como corresponde al nuevo estatus. En Pekín y Shangai hay más ferraris que en cualquier capital occidental y no eres nadie si no tienes un iPhone de última generación. Pese a ello, Reverte constata que los chinos carecen de educación, se cuelan por la cara siempre que pueden y siguen escupiendo con descaro y alevosía a cualquier hora por las calles.

Como es habitual, Javier Reverte ilustra su viaje con didácticos pasajes referidos a diversos episodios de la historia reciente del país: la revuelta de los bóxers, la guerra civil entre Mao Tsé Tung y Chiang Kai-shek, la guerra chino-japonesa y las horribles matanzas cometidas por los nipones o la vida de Mao y los años del maoísmo. También siguiendo su costumbre, hay en “Un verano chino” algunas referencias literarias, destacando las del libro que en los años veinte del pasado siglo escribió sobre su estancia en China el escritor estadounidense Somerset Maugham.

En resumen, otro interesante y ameno libro de viaje de Javier Reverte. Aunque esta vez el país visitado, salvo la singular y “menos china” ciudad de Shangai, no ha logrado seducir al escritor y viajero.

Carlos Bravo Suárez