domingo, 30 de abril de 2017

EL MONARCA DE LAS SOMBRAS



Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) es uno de los escritores más destacados de la literatura española actual. Profesor universitario y prestigioso columnista, el autor extremeño, que emigró de niño con su familia a Cataluña, ha publicado novelas de éxito como “Soldados de Salamina” (2001), “La velocidad de la luz” (2005), “Anatomía de un instante” (2009), “Las leyes de la frontera” (2012) y “El impostor” (2014). Ahora, dieciséis años después de abordar el tema en “Soldados de Salamina”, Cercas vuelve a  la Guerra Civil con su última novela, “El monarca de las sombras”.

La novela narra la historia de Manuel Mena, un falangista y alférez del ejército de Franco que participó como voluntario en la Guerra Civil y murió a los 19 años en la batalla del Ebro, en septiembre de 1938. Mena, considerado durante tiempo como un héroe familiar, era tío de la madre del escritor, que siendo una niña quedó muy conmocionada por su muerte prematura: “Mi madre, protagonista secreta de esta historia, era una niña de siete años; vivían en la misma casa; el episodio dejó en la familia esa herencia de dolor, ese punto de supuesto heroísmo… El libro intenta entender por qué era visto en casa como un héroe”.

Tras sentirse mucho tiempo avergonzado por ese pasado franquista de su familia, Cercas decide con esta novela asumir con valentía esa herencia familiar. Lo cual, al revés de lo que algunos críticos han sugerido, no supone en modo alguno una justificación del franquismo, ilegítimo en su antidemocrático origen golpista, sino afrontar de cara ese pasado y tratar de entender las causas que llevaron al joven Mena a dar la vida por una causa equivocada, aunque Cercas diga no tener ninguna superioridad moral sobre su tío abuelo.

Como ocurría en “Soldados de Salamina”, la novela se cuenta en dos planos narrativos: uno, en el pasado, referido a la historia biográfica de Mena, y otro, en el presente, con el propio narrador y autor investigando sobre el personaje a base de entrevistas, consultas o visitas a los lugares donde su tío vivió y murió. En este segundo plano aparecen personajes actuales, como el editor y periodista Ernest Folch o el director David Trueba, que dirigió la adaptación al cine de “Soldados de Salamina”, amigo con quien Cercas dialoga sobre la novela y en cuya boca pone algunas de la reflexiones más interesante sobre la Guerra Civil: “Así que la razón política la tenían los republicanos. Y punto. Pero también me irrita la interpretación sectaria o religiosa o infantil de la guerra, según la cual la República era el paraíso terrenal y todos los republicanos fueron ángeles que no mataron a nadie y todos los franquistas demonios que no paraban de matar”.

Hay alusiones a libros como “El desierto de los tártaros”, de Dino Buzzati, o al cuento “Es glorioso morir por la patria”, del escritor serbio Danilo Kis. También, a las disquisiciones sobre la culpa y la responsabilidad en Hannah Arendt. Pero, sobre todo, a las obras de Homero “La Ilíada” y “La Odisea”. De esta, procede el título del libro. La muerte de Mena había quedado grabada en la madre del autor como lo que los griegos llamaban “kalos thanatos”, una bella muerte, la muerte perfecta de un joven noble y puro, equiparable a la de Aquiles. Sin embargo, la conclusión final es que “es mil veces preferible ser Ulises que ser Aquiles, vivir una larga vida mediocre y feliz de lealtad a Penélope, a Ítaca y a uno mismo, aunque al final de esa vida no aguarde otra, que vivir una vida breve y heroica y una muerte gloriosa, que es mil veces preferible ser el siervo de un siervo en la vida que en el reino de las sombras el rey de los muertos”.

Siguiendo la exitosa fórmula de “Soldados de Salamina”, Javier Cercas ha escrito otra buena novela sobre la Guerra Civil, en la que hay poca ficción y mucha documentación e historia. La elección del personaje le sirve para exorcizarse sobre el pasado falangista de su familia. Después del ocultamiento vergonzante de ese pasado, y de las dudas sobre la conveniencia o no de revelarlo, el escritor parece haberse sacado un peso de encima con una novela que supone para él un liberador ejercicio terapéutico.

 “El monarca de las sombras”. Javier Cercas. Literatura Random House. 2017. 288 páginas.

jueves, 20 de abril de 2017

DE SANTORENS A BONANSA POR TORM, TORRE DE BUIRA, BUIRA Y CIRÉS


 Santorens
 Subiendo a la ermita de Sant Pere de Iscles
 Ermita de Sant Pere de Iscles y castillo de Pey
 Pilaret de Santa Bárbara
 Ermita de Torm



 Vista del pantano de Escales
 Bosques en el camino

 Buira
 Torre de Buira
 Vista desde el mirador de la Torre en Torre de Buira
 Iglesia de Sant Hilari de Buira


 Cirés
 Iglesia de San Cristóbal de Cirés

Pilaret a las afueras de Cirés
 Pla de Campo
 Barranco antes de Bonansa
 Bonansa
 Prados en Bonansa

Composición de fotos de la excursión




Más de treinta personas participamos el pasado sábado en una excursión por las tierras más orientales de la comarca oscense de la Ribagorza, por la margen derecha del valle del río Noguera Ribagorzana, en los límites con la comunidad catalana. Fue un itinerario de sur a norte, desde Santorens hasta Bonansa, pasando por las ermitas de Sant Pere o San Pedro de Iscles y Nuestra Señora de Torm y las pequeñas localidades de Torre de Buira, Buira y Cirés.

Eran las 7.30 horas cuando salimos de Graus en autobús para dirigirnos a Santorens, pequeña localidad perteneciente al municipio de Sopeira, a la que llegamos a las 9 horas. Lo más destacado de Santorens (1.045 m.) es su iglesia, de orígenes románicos pero muy reformada posteriormente, dedicada a Sant Orenç o San Orencio, del que procede su nombre. A la entrada del pueblo, hay un panel y unos indicadores del PR-HU 215, sendero de reciente señalización que íbamos a seguir hasta Cirés. Iniciamos nuestra caminata en subida, pasamos por la font de las Pruneras (ciruelos, en castellano) y en poco más de media hora llegamos a la ermita de Sant Pere de Iscles, una construcción de origen románico restaurada recientemente que, a 1.285 m. de altitud, se halla en un paraje de gran belleza, entre el tozal de San Salvador y la peña conocida como Castell de Pei. Allí hicimos la foto de grupo y continuamos en dirección a la ermita de Torm. Para ello hay que coger un ramal del PR, perfectamente señalizado, que permite ir hasta la ermita y volver luego al sendero para continuar hacia Torre de Buira, Buira y Cirés, tres pequeñas poblaciones pertenecientes al municipio de Bonansa. 

En algo menos de media hora desde el desvío, llegamos a la ermita de Nuestra Señora de Torm, una construcción románica en fase de restauración, escondida en un precioso paraje entre robles y bajo escarpadas paredes rocosas. Tras la parada para el desayuno, retornamos al sendero principal para disfrutar de bonitas vistas del pantano de Escales y pasar por los corrales rupestres de Solá. Nos reagrupamos en el collado de Garabero (1.145 m.) y en poco rato llegamos a Torre de Buira (1.080 m.), una localidad que ha recuperado la vida con sus casas perfectamente restauradas. En el extremo del pueblo, junto a la iglesia, nos acercamos al mirador de la Torre, donde se disfruta de estupendas vistas del pantano de Escales y del lado catalán del Noguera Ribagorzana. Desde Torre de Buira a Buira tardamos unos veinte minutos. En Buira (1.127 m.) destaca, solitaria en un extremo del pueblo, la restaurada iglesia de Sant Hilari o San Hilario. Tras pasar por la collada de la Basa el Roi y el pinar de Llasina, llegamos a Cirés (1.060 m.). Eran poco más de las dos de la tarde y decidimos parar a comer junto a la iglesia románica de San Cristóbal.

En Cirés se acaba el PR-HU 215 que conecta aquí con el GR-15, que seguimos hasta Bonansa, pendientes de la tormenta que nos acechaba pero no llegó a descargar y teniendo que sortear algunos pinos caídos sobre el sendero, consecuencia de la última nevada. Sobre las 16 horas llegamos a Bonansa (1.256 m.), donde nos esperaba el autobús. Tras subirnos a él, descargó un chaparrón que por suerte nos cogió ya a cubierto. Según el GPS, habíamos recorrido 17,7 km, en los que habíamos invertido casi siete horas con numerosas paradas. Aunque estuvimos siempre por encima de los 1.000 m. y por debajo de los 1.300, las continuas subidas y bajadas hicieron que el desnivel acumulado de subida superara los 1.000 metros y el de bajada los 800. Habíamos completado una espléndida excursión por unas tierras muy poco conocidas para muchos altoaragoneses.

Carlos Bravo Suárez

Publicado en Diario del Alto Aragón

 Perfil y mapa de la excvursión